Desde el otro lado
Odisea de padres e hijos
Arturo Balderas
El desaseo realizado al registrar a las familias que llegaron de Centroamérica solicitando asilo para librarse de la violencia y el acoso en sus países de origen, y la forma aberrante en que se separó a padres e hijos, ha causado zozobra, desesperación y muchas lágrimas en esas familias e incredulidad y coraje en quienes presenciaron las escenas de menores suplicando que no los separaran de sus padres.
El colmo fue que el caos provocado por esa terrible situación derivó en falta de cuidado para precisar los sitios a los que se enviaría a los padres y a los hijos en el momento de separarlos. La forma por demás abrupta y sorpresiva en que fueron detenidos, deportados y encarcelados muchos de ellos ha sido el sello de una política migratoria que ha obedecido a la necesidad de mantener la lealtad de quienes apoyaron al presidente por una de sus más inhumanas promesas: acabar a como dé lugar con la migración indocumentada. La gravedad de este hecho fue motivo de protestas a lo largo de Estados Unidos e incluso en el Congreso para detener tan nauseabundo proceso, enmarcado en la política de
cero toleranciaordenada por Donald Trump y ejecutada por su procurador general mediante las autoridades migratorias.
Un juez federal ordenó suspender tan atrabiliario proceso y reunir a los menores con sus padres, dando como plazo hasta la medianoche del jueves pasado para que se cumpliera su orden. Según información de Los Ángeles Times (27/7/18) unas horas antes de que se cumpliera el plazo, de 2 mil 500 menores separados de sus padres, mil 422 habían sido reunidos con ellos; 378 se habían entregado a familiares o amigos para los reintegraran a sus progenitores. Por diversas causas, a más de 700 de ellos ha sido imposible reunirlos con sus padres: a 430 debido a que ya los habían deportado. Lo más insólito es que, producto del caos y la desinformación, una de las causas de la imposibilidad de reunirlos es que de algunos de los 300 restantes no se sabía el paradero porque al parecer ni las autoridades migratorias ni las agencias que intervinieron en el envío de los menores a diversas entidades estadunidenses tenían la información completa para cumplir con la orden del juez.
La pregunta que se antoja es: ¿hasta cuando entenderá el presidente Trump que no se puede jugar con la vida de tantas personas ni usarlas con tal de mantener su popularidad entre los más abyectos de sus seguidores?
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