El dominio de EE.UU. sobre América Latina: Desde un mandato divino hasta la Doctrina Obama
Publicado: 29 jun 2018 12:53 GMT
La historia de Estados Unidos ha estado acompañada por la creencia de que son un pueblo destinado por Dios para dominar a otros.
"Estados Unidos nunca ha renunciado a sus pretensiones de dominar América Latina y el Caribe", asegura el académico venezolano Mario Sanoja Obediente, miembro vitalicio de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela.
Únicamente, detalla, existe "un breve período registrado entre la salida de Barack Obama y el inicio de la presidencia de Donald Trump", cuando la geopolítica de EE.UU. parecía reorientarse hacia otras regiones del mundo.
Sin embargo, la reciente visita del vicepresidente Mike Pence a Brasil y Ecuador, en medio de la aplicación de una serie de sanciones a Caracas, reviven el debate sobre la hegemonía estadounidense en la región.
El escritor e intelectual Luis Britto García afirma que la clase dirigente de Estados Unidos realmente "se cree destinada por la providencia divina para dominar el mundo".
Una idea de larga data y que ha inspirado la política exterior de esa nación norteamericana, bajo tres pilares fundamentales: superioridad racial, mandato divino y el mercado.
En su argumentación, el político dejaba claro que cualquier intento de colonización europea en América Latina sería considerado como una manifestación hostil hacia EE.UU.
Según el libro 'Diccionario latinoamericano de seguridad y geopolítica', "desde 1823, la Doctrina Monroe ha sido la pieza central de la política estadounidense hacia América Latina y ha servido para justificar frecuentes intervenciones económicas y militares".
Ese destino se expresa como una filosofía estadounidense para explicar la forma que tiene esa nación para entender su lugar en el mundo y la relación con otros pueblos.
El periodista O' Sullivan reclamaba que había naciones europeas que intentaban impedir la anexión de Texas, y que lo hacían para "torcer nuestra política y obstaculizar nuestro poder, limitando nuestra grandeza y bloqueando nuestro destino manifiesto de cubrir el continente señalado por la Providencia para el libre desarrollo de nuestros millones multiplicados cada año".
Ya en el año 2012, la periodista e investigadora argentina Telma Luzzani escribe en el libro 'Territorios Vigilados' que "el argumento del periodista [O' Sullivan] se basaba en una convicción que llega hasta nuestros días y es la de que Dios había elegido no simplemente a un grupo de hombres y mujeres (anglosajones) racialmente superiores, sino a un pueblo en su conjunto (EE.UU.) para llevar a cabo su proyecto divino en este planeta".
En 1885, el líder religioso Josiah Strong publica el libro 'Nuestro País'. Allí, a manera de prédica religiosa, señala que por mandato divino los norteamericanos no solo tenían la obligación de expandirse y dominar el mundo, sino también hacer buenos negocios.
Además, Strong escribió que Dios había legado, no solo una parte, sino todo el continente americano a la raza anglosajona para que se entrenase en la competencia final entre las razas.
Poco después, el estratega militar Alfred Thayer Mahan pone a circular en 1890 el libro 'Influencia del poder naval en la historia', que como apunta Telma Luzzani, "revolucionó la concepción geoestratégica de su tiempo" al introducir la noción de que "quien domine los mares, dominará el mundo".
A Mahan se le debe el diseño estratégico de las bases militares que Estados Unidos ha diseminado por el mundo entero. Así, el navegante estaba convencido de que al instalar bases militares se podía conquistar espacio y poder.
En 1902, relata en un artículo para El Telégrafo el historiador ecuatoriano Jorge Núñez Sánchez, los puertos de Venezuela, que era gobernada por Cipriano Castro (1899-1908), fueron bloqueados por barcos de guerra ingleses, alemanes e italianos, en reclamo del pago de una deuda del gobierno con empresarios europeos.
Ese episodio demostró que la consigna "América para los americanos" era más bien "América para los norteamericanos", como se menciona popularmente en la región, ya que Estados Unidos no apoyó a Venezuela y justificó la agresión europea.
Con el llamado corolario, el presidente Theodore Roosevelt (1901-1909) argumentó que EE.UU se oponía a que potencias extracontinentales tomaran territorios americanos, pero respaldaba intervenciones militares para cobrar deudas.
"Un mal proceder brutal o la impotencia que resulta de un quebranto general de las condiciones de la sociedad civilizada, pueden requerir, en último término, la intervención de una nación civilizada en esos países. En el hemisferio occidental, los Estados Unidos no pueden ignorar este deber", dijo el entonces presidente Roosevelt.
Durante el mandato de Roosevelt también fue dada a conocer otra iniciativa con poca popularidad en la región como: La política del gran garrote.
No obstante, Taft tampoco renunció al dominio estadounidense de la región. "No está lejano el día en que tres banderas de barras y estrellas señalen en tres sitios equidistantes la extensión de nuestro territorio: una en el Polo Norte, otra en el Canal de Panamá y la tercera en el Polo Sur. Todo el hemisferio será nuestro, de hecho como, en virtud de nuestra superioridad racial, ya es nuestro moralmente", dijo Taft citado por Eduardo Galeano en el libro 'Las venas abiertas de América Latina'.
La Alianza para el Progreso duraría 10 años en los que se invertirían unos 20.000 millones de dólares en ayudas de agencias financieras multilaterales.
La idea base de ese programa "era la de buscar, a través del desarrollo económico, el freno a movimientos revolucionarios y la consolidación de la democracia", indica el sitio EcuRed.
Telma Luzzani explica en su libro que EE.UU. se propuso mantener la presencia militar en América Latina mediante "formas innovadoras", como el relacionamiento entre las fuerzas armadas, los ejercicios militares conjuntos y la "presencia de un número reducido de tropas en forma rotativa".
El historiador dominicano Alberto Quezada observa que desde principios del siglo XX y hasta nuestros días "los pueblos de América y el mundo han tenido que acoger, de manera forzada" todas las imposiciones de Estados Unidos.
Quezada apunta en un artículo para El Nacional que esas "teorías, doctrinas y conceptos, no han sido más que instrumentos de intromisión en la política interna de los Estados".
"Ahora, Washington debe pasar la mirada por China y Rusia antes de tomar decisiones sobre nuestra región, porque EE.UU. compite económicamente con China y políticamente con Rusia", dijo Sanoja.
Luis Britto García agrega que el Proyecto para un Nuevo Siglo Americano (Project for the New American Century) ha chocado con una realidad incuestionable.
"China aparece en el tablero como la primera potencia económica mundial, mientras Estados Unidos vive una crisis económica devastadora", detalla Britto García.
Refiriéndose a la amenaza militar que Trump hizo a Caracas, el intelectual asevera que "si en Venezuela no están lloviendo bombas, es porque aún contamos con un paraguas diplomático que sostienen China y Rusia, países con poder de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas".
Ernesto J. Navarro
Únicamente, detalla, existe "un breve período registrado entre la salida de Barack Obama y el inicio de la presidencia de Donald Trump", cuando la geopolítica de EE.UU. parecía reorientarse hacia otras regiones del mundo.
Sin embargo, la reciente visita del vicepresidente Mike Pence a Brasil y Ecuador, en medio de la aplicación de una serie de sanciones a Caracas, reviven el debate sobre la hegemonía estadounidense en la región.
El escritor e intelectual Luis Britto García afirma que la clase dirigente de Estados Unidos realmente "se cree destinada por la providencia divina para dominar el mundo".
Una idea de larga data y que ha inspirado la política exterior de esa nación norteamericana, bajo tres pilares fundamentales: superioridad racial, mandato divino y el mercado.
La doctrina Monroe
En 1823, el entonces presidente de Estados Unidos, James Monroe, dirigió un discurso al Congreso que luego sería conocido como la Doctrina Monroe. Allí expresó la conocida frase: "América para los americanos".En su argumentación, el político dejaba claro que cualquier intento de colonización europea en América Latina sería considerado como una manifestación hostil hacia EE.UU.
Según el libro 'Diccionario latinoamericano de seguridad y geopolítica', "desde 1823, la Doctrina Monroe ha sido la pieza central de la política estadounidense hacia América Latina y ha servido para justificar frecuentes intervenciones económicas y militares".
Providencia divina
A la doctrina Monroe, le siguió un argumento de carácter religioso, y que apareció por primera vez en 1845, cuando el columnista John O' Sullivan lo incluyó en un artículo titulado 'Anexión', publicado en la revista United States Magazine and Democratic Review, en medio de un debate por la inclusión de Texas en la unión: el destino manifiesto.Ese destino se expresa como una filosofía estadounidense para explicar la forma que tiene esa nación para entender su lugar en el mundo y la relación con otros pueblos.
El periodista O' Sullivan reclamaba que había naciones europeas que intentaban impedir la anexión de Texas, y que lo hacían para "torcer nuestra política y obstaculizar nuestro poder, limitando nuestra grandeza y bloqueando nuestro destino manifiesto de cubrir el continente señalado por la Providencia para el libre desarrollo de nuestros millones multiplicados cada año".
Ya en el año 2012, la periodista e investigadora argentina Telma Luzzani escribe en el libro 'Territorios Vigilados' que "el argumento del periodista [O' Sullivan] se basaba en una convicción que llega hasta nuestros días y es la de que Dios había elegido no simplemente a un grupo de hombres y mujeres (anglosajones) racialmente superiores, sino a un pueblo en su conjunto (EE.UU.) para llevar a cabo su proyecto divino en este planeta".
Religión y militares
Varios años después de la adopción del destino manifiesto como filosofía geopolítica, un pastor religioso y un marino militar tendrán una enorme repercusión en las ideas de dominación desarrolladas por la política exterior estadounidense.En 1885, el líder religioso Josiah Strong publica el libro 'Nuestro País'. Allí, a manera de prédica religiosa, señala que por mandato divino los norteamericanos no solo tenían la obligación de expandirse y dominar el mundo, sino también hacer buenos negocios.
Además, Strong escribió que Dios había legado, no solo una parte, sino todo el continente americano a la raza anglosajona para que se entrenase en la competencia final entre las razas.
Poco después, el estratega militar Alfred Thayer Mahan pone a circular en 1890 el libro 'Influencia del poder naval en la historia', que como apunta Telma Luzzani, "revolucionó la concepción geoestratégica de su tiempo" al introducir la noción de que "quien domine los mares, dominará el mundo".
A Mahan se le debe el diseño estratégico de las bases militares que Estados Unidos ha diseminado por el mundo entero. Así, el navegante estaba convencido de que al instalar bases militares se podía conquistar espacio y poder.
Corolario Roosevelt
Cada doctrina estadounidense aplicada a su geopolítica ha debido adaptarse a situaciones no previstas. El más famoso acomodo histórico es el que se conoce como el Corolario Roosevelt.En 1902, relata en un artículo para El Telégrafo el historiador ecuatoriano Jorge Núñez Sánchez, los puertos de Venezuela, que era gobernada por Cipriano Castro (1899-1908), fueron bloqueados por barcos de guerra ingleses, alemanes e italianos, en reclamo del pago de una deuda del gobierno con empresarios europeos.
Ese episodio demostró que la consigna "América para los americanos" era más bien "América para los norteamericanos", como se menciona popularmente en la región, ya que Estados Unidos no apoyó a Venezuela y justificó la agresión europea.
Con el llamado corolario, el presidente Theodore Roosevelt (1901-1909) argumentó que EE.UU se oponía a que potencias extracontinentales tomaran territorios americanos, pero respaldaba intervenciones militares para cobrar deudas.
"Un mal proceder brutal o la impotencia que resulta de un quebranto general de las condiciones de la sociedad civilizada, pueden requerir, en último término, la intervención de una nación civilizada en esos países. En el hemisferio occidental, los Estados Unidos no pueden ignorar este deber", dijo el entonces presidente Roosevelt.
Durante el mandato de Roosevelt también fue dada a conocer otra iniciativa con poca popularidad en la región como: La política del gran garrote.
"Diplomacia del dólar"
William Howard Taft, sucedor de Roosevelt, aplicó la llamada "diplomacia del dólar". Una política exterior que estaba dirigida a fomentar y defender los intereses norteamericanos en la región, sustituyendo las balas y el garrote por inversiones económicas.No obstante, Taft tampoco renunció al dominio estadounidense de la región. "No está lejano el día en que tres banderas de barras y estrellas señalen en tres sitios equidistantes la extensión de nuestro territorio: una en el Polo Norte, otra en el Canal de Panamá y la tercera en el Polo Sur. Todo el hemisferio será nuestro, de hecho como, en virtud de nuestra superioridad racial, ya es nuestro moralmente", dijo Taft citado por Eduardo Galeano en el libro 'Las venas abiertas de América Latina'.
Los años 60 y Kennedy
Entre los años 1961 y 1970, el presidente John F. Kennedy desarrolló la 'Alianza para el Progreso', un programa de ayuda económica, política y social de Estados Unidos para la región.La Alianza para el Progreso duraría 10 años en los que se invertirían unos 20.000 millones de dólares en ayudas de agencias financieras multilaterales.
La idea base de ese programa "era la de buscar, a través del desarrollo económico, el freno a movimientos revolucionarios y la consolidación de la democracia", indica el sitio EcuRed.
La Doctrina Obama
El 3 de enero de 2012 apareció la Doctrina Obama, rubricada por el primer presidente afroamericano de ese país: Barack Obama.Telma Luzzani explica en su libro que EE.UU. se propuso mantener la presencia militar en América Latina mediante "formas innovadoras", como el relacionamiento entre las fuerzas armadas, los ejercicios militares conjuntos y la "presencia de un número reducido de tropas en forma rotativa".
El historiador dominicano Alberto Quezada observa que desde principios del siglo XX y hasta nuestros días "los pueblos de América y el mundo han tenido que acoger, de manera forzada" todas las imposiciones de Estados Unidos.
Quezada apunta en un artículo para El Nacional que esas "teorías, doctrinas y conceptos, no han sido más que instrumentos de intromisión en la política interna de los Estados".
Momento histórico
El historiador Mario Sanoja precisa que la reunión entre Trump y Kim Jong-un "produjo una reversión de la estrategia estadounidense", lo que también impactará en sus procedimientos en Latinoamérica."Ahora, Washington debe pasar la mirada por China y Rusia antes de tomar decisiones sobre nuestra región, porque EE.UU. compite económicamente con China y políticamente con Rusia", dijo Sanoja.
Luis Britto García agrega que el Proyecto para un Nuevo Siglo Americano (Project for the New American Century) ha chocado con una realidad incuestionable.
"China aparece en el tablero como la primera potencia económica mundial, mientras Estados Unidos vive una crisis económica devastadora", detalla Britto García.
Refiriéndose a la amenaza militar que Trump hizo a Caracas, el intelectual asevera que "si en Venezuela no están lloviendo bombas, es porque aún contamos con un paraguas diplomático que sostienen China y Rusia, países con poder de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas".
Ernesto J. Navarro
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