¿Pueden petromonarquías apoyar unidad árabe y cooperación antisionista?
Muchos
se preguntan, ¿por qué los árabes no se unen? A lo que en ocasiones
sigue la afirmación, ‘si los árabes se unieran, hace rato que Israel no
existiría’.
Es cierto realmente que en los momentos actuales los
“árabes”, digámoslo así, se encuentran desunidos y, en algunos casos,
luchando entre ellos. Y también es cierto que Israel prevalece en el
Medio Oriente. Habría sin embargo, que dilucidar algunas cosas que nos
ayuden a comprender cómo la acción unida para la contención de ese
estado sionista no es simplemente el resultado de la voluntad o no de un
grupo de personas o países, sino que existen muchos factores que
condicionan ese proceso, incidiendo, asimismo, en las decisiones de las
esferas del poder.
Entre esas cosas está ante todo, aclarar a qué se está uno refiriendo
cuando se dice “árabes” y, en consecuencia, de qué se trata cuando se
habla de su unidad y su acción común.
Así, cuando se habla de “árabes”, normalmente se hace referencia a un
grupo poblacional que habla el idioma árabe, al igual que cuando se
habla, por ejemplo, de latinoamericanos, se trata en particular de la
población de habla hispana o portuguesa agrupada en el continente
americano. La diferencia está en que en América esos países, unidos por
la historia de la conquista, fueron el resultado de la lucha por
independizar esos territorios del imperio español y del portugués, lucha
que fue desarrollada por su población criolla – o sea, que era
descendiente de los conquistadores hispanos y portugueses o resultante
de la mezcla de éstos y la población nativa -, y buscaba una identidad
propia.
Los árabes, sin embargo, primero no están agrupados en un continente
específico. Los países que esa población habita están distribuidos
entre África del Norte (Magreb o Poniente, la parte más occidental), y
la parte de Asia sudoccidental llamada Oriente Medio (Máshreq o Levante,
la parte más oriental, “el lugar por donde sale el sol"). Y segundo,
muchos de los países en los que viven los árabes han sido creados
artificialmente, siendo el resultado de la fragmentación política
impuesta por el colonialismo a su propia población nativa, los árabes.
Aspectos estos que obviamente le imprimen peculiaridades que van más
allá de la unidad en el idioma.
La población de esos países árabes presenta elementos comunes desde
el punto de vista histórico. Entre ellos, su proceso de formación el
cual, precisamente, es el que les imprime un rasgo general al ser sus
primeros habitantes tribus árabes que, independientemente de su origen
étnico, migran desde la Península Arábiga hacia la costa mediterránea y
las del Norte de África, las cuales no sólo hablan lenguas basadas en
estructuras lingüísticas similares (semíticas), sino que también
presentan un estilo de vida parecido y una cierta identidad cultural
reflejada en sus costumbres y valores comunes relacionados con su origen
y medio social (honor, coraje, lealtad, generosidad y solidaridad
tribal). Y también su lucha contra invasores comunes, así como el hecho
de que todos fueron también objeto de penetración colonial y de reparto
imperialista de sus riquezas, aunque no fue homogénea la intervención
del poder colonial en ellos, pues en algunos fue directa (Argelia,
Sudán, Libia, Palestina) y en otros indirecta (Egipto, Túnez).
Aspectos, sobre todo estos últimos, que comparten también con la
población de otros países que, aunque no hablan el árabe, como Turquía,
Irán, Afganistán y Pakistán, entroncan con su antigua historia y se
consolidan con el proceso de unificación religiosa y cultural impulsado
en todos ellos por la expansión islámica del siglo VII, común
denominador que logra reunir, junto a los pueblos árabes, a éstos otros
que, si bien no hablan la misma lengua, comparten a partir de ella,
religión y tradiciones.
Lo anterior, sin embargo, no obvia que todos estos países tengan sus
propias particularidades que los hacen disímiles, las cuales están
influidas, entre otros aspectos, por las diferencias de sus tribus de
origen, y de las mezclas entre ellos mismo y con otras poblaciones. Y
también por las distintas circunstancias económicas, sociales y
políticas específicas en las que se han desarrollado, las diferencias
en los métodos empleados para su sometimiento, en sus luchas y en sus
distintas formas de gobierno.
Hay, sin embargo, un elemento que establece una primera e importante
diferencia en el desarrollo de las desigualdades entre esos países. Ese
elemento es la distribución altamente desigual de los recursos agrícolas
y energéticos entre ellos. En el pasado precolonial, fue en las
regiones con amplios recursos agrícolas naturales (lo que sería ahora
por ejemplo Egipto, pero también Irak y Siria), las que pudieron
permitido sostener un denso asentamiento y un crecimiento demográfico,
siendo los países que se forman en estas zonas de mayores recursos
agrícolas y por ende capacidades económicas (pues pueden producir un
excedente que permite la inversión industrial) los que se orientaron a
construir economías independientes, constituyendo en general también el
caldo de cultivo del movimiento nacional burgués, encauzado a unificar
la nación árabe. Mientras que otras, (lo que sería ahora por ejemplo
Arabia Saudí, Kuwait y otros estados del Golfo Pérsico, así como Libia),
carecían de recursos agrícolas, presentando una escasa población,
constituyendo una fuente perenne de migración. En estos países, no sólo
el desarrollo de las clases sociales se produjo más tarde, sino que su
lucha política por la independencia, que también fue tardía, llevó a la
consolidación de las monarquías, viéndose obstaculizada por el mayor
grado de subordinación de sus clases dominantes a las potencias
coloniales.
Es precisamente cuando el imperialismo concede la independencia
política separada a estas diferentes zonas convirtiéndolas en países, y
empuja a cada régimen a construir una economía separada – proceso que
luego intensifican las burguesías árabes regionales -, que las
desigualdades entre las antiguas regiones árabes se convierten en un
gran problema. Problema que se agudiza por el descubrimiento del
petróleo a principios del siglo XX que agudiza dicha desigualdades al
transformar muchas de las economías pobres en economías inmensamente
ricas.
En efecto, como se conoce, el diseño del mapa del Medio Oriente
sufrió modificaciones después de terminada la Segunda Guerra Mundial,
proceso intensificado por el auge del nacionalismo, que lo resquebraja
al promover la modificación de los sistemas políticos en varios países y
por la nacionalización de los hidrocarburos. Así, tiene lugar alrededor
de la década de los 50 del siglo XX el golpe militar en Egipto (1952)
dirigido por Gamal Abdel Nasser, produciéndose la nacionalización del
canal de Suez y la elevación de su papel como potencia defensora de la
URSS en la región. La propagación del nacionalismo árabe se refleja a la
vez, hacia 1958, en el inicio de la guerra de liberación de Argelia y
el derrocamiento de la monarquía en Irak, país este último en el que,
al igual que en Siria, llega al poder el partido nacionalistas árabe
Baaz en 1963; en el nuevo régimen que se instala en Libia en 1969,
presidido por el coronel Muammar al-Gaddafi; así como en la caída del
Shah de Irán en 1979 y la creación de la República Islámica. Con todo
ello, el mapa queda conformado, entonces, por un abigarrado conjunto de
países con distintos sistemas político, desapareciendo a lo largo del
siglo XX las monarquías que existieron en Libia, Egipto, Yemen, Irak,
Túnez y Siria. Mientras que las llamadas Monarquías del Golfo Pérsico:
Arabia Saudí, Baréin, Kuwait, Omán, Catar, y los Emiratos Árabes Unidos
(EAU), logran su independencia política en los primeros años de la
década del 70, a excepción de Arabia Saudí la cual, legitimada la Casa
Al-Saud bajo patrocinio británico en 1925 y descubiertos sus grandes
yacimientos de oro negro en los años 30, ha constituido hasta hoy un
importante pilar del dominio imperialista norteamericano en el Medio
Oriente y líder de las fuerzas pro-imperialistas de la zona, y Kuwait
que logró su independencia del Reino Unido en 1961.
Loa “árabes”, en consecuencia, son una comunidad de países de bases
comunes sobre todo lingüística, étnica y cultural. Esos países están
agrupados en una organización de carácter regional denominada Liga
Árabe, fundada en el Cairo en marzo de 1945. Pero son países disímiles.
El 80% de ellos son productores de petróleo (a excepción de Palestina,
Jordania, Somalia y Camoras), y alrededor del 60% de ellos - Arabia
Saudí, Argelia, Catar, Irak, Kuwait, Libia, Bahréin, Egipto, EAU,
Siria y Túnez - pertenecen a la Organización de Países Árabes
Exportadores de Petróleo (OAPEC). De ellos, los seis primeros son
miembros de importante Organización de Países Exportadores de Petróleo
(OPEP), decisiva en el mercado del oro negro.
Las Monarquías del Golfo Pérsico, no obstante, se distinguen entre
los países árabes por su riqueza. Las mismas se agrupan en el Consejo de
Cooperación del Golfo (CCG-integrado por países árabes ribereños del
Golfo Pérsico), organización creada en 1981 con distintas funciones, la
cual cuenta con un brazo militar, la llamada Fuerza del Escudo de la
Península, con fuertes lazos militares con Estados Unidos. Un “club de
ricos”, a fin de cuentas, donde el PIB combinado de sus miembros alcanza
los 1,2 billones de libras esterlinas, algo por encima del de España o
Australia, aunque menor que el de India o Canadá. Con un PIB per cápita
de 22.625 que se ubica en una franja entre Italia, Israel y Francia,
controlando sus miembros alrededor del 40% de las reservas mundiales de
petróleo - concentradas en Arabia Saudí, y en menor medida en Kuwait y
los EAU - y el 25% de las de gas.
Estas monarquías han concentrado sus riquezas en manos de una o pocas
familias que gastan parte de ella en el consumo de lujo de las clases
dominantes. Y las cuales buscan fortalecer su situación interna y su
imagen exterior a través de una doble estrategia. Por un lado,
subvencionan generosamente a sus nacionales para lograr unos apoyos
internos que mantengan el privilegiado status de las elites de cada
país. Y utilizan sin miramientos a decenas de miles de trabajadores
inmigrantes no cualificados, la mayoría del sur y del este asiático,
cuyos derechos sociales son sistemáticamente violados. Por otro lado,
acumulan unos ingentes excedentes de divisas que constituyen los “fondos
soberanos”, administrados por los miembros de las respectivas familias
reales. Estos fondos son invertidos en Occidente, principalmente en
EEUU. Con lo que se han constituido en sujeto determinante y
participante del sistema capitalista mundial, con el cual entrelazan y
fusionan sus intereses.
Así, en los años 70, cuando el mana petrolero y el aumento de precios del crudo genero grandes excedentes,
dichas monarquías – principalmente los EAU, Arabia Saudí y Kuwait-
invirtieron sobre todo en Europa, lo que facilitó su desarrollo más
acelerado, producto de que esas enormes riquezas, constituidas por los
llamados petrodólares, llegaban por miles de millones, produciendo un
explosivo desarrollo industrial y comercial. Inversiones masivas que
permitieron a los europeos competir con la economía norteamericana y
desarrollar áreas que antes no eran determinantes ni competitivas frente
al poder industrial y comercial americano, las que además desplazaron a
éstos de los mercados, como por ejemplo la industria automotriz, metal
mecánica etc.
En el 2005 las inversiones del Golfo Pérsico en el extranjero
ascendieron a 30.000 millones de dólares, monto superior a la suma de
los cinco años anteriores. Se calcula que los activos de los fondos
soberanos de inversión de los cuatro países más importantes del CCG
(Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Kuwait y Catar) superaban los 1,5
billones de dólares antes del inicio de la crisis en agosto de 2008; de
ellos, 875.000 millones correspondían a los fondos soberanos de
Emiratos Árabes Unidos, 300.000 millones a los de Arabia Saudí, 250.000
millones a los de Kuwait y 40.000 millones a los de Catar. Estos
cálculos sobre los activos se refieren sólo a los fondos soberanos y no
incluyen las inversiones de particulares e instituciones privadas. Si se
añaden estas últimas, un cálculo razonable situaría su valor por encima
de los tres billones de dólares.
Los norteamericanos rápidamente comprendieron que las inversiones
árabes constituían una amenaza para la economía occidental, pues estaban
implicando el desplazamiento de sus industrias y de su comercio y, al
mismo tiempo, podían conducir al desequilibrio de la comunidad europea
al impulsar el desarrollo de determinados países, principalmente
Alemania, Francia y Reino Unido, dado que estos se desarrollaban muy por
encima de otros como Italia y España, por ejemplo, lo que podría
inducir al derrumbe de estas últimas economías con los riesgos sociales y
políticos que conllevan las crisis económicas.
En un comienzo, la primera solución a esta compleja y peligrosa
situación desde el punto de vista de la estabilidad política de esos
países, fue trasladar estas inversiones árabes por parejo a todos estos
países o, en su defecto, orientarlas hacia países emergentes que no
pusieran en riesgo a las transnacionales norteamericanas. Siendo así que
se impulsan las inversiones en Brasil, lo que da origen al llamado
milagro brasilero.
El desarrollo comercial de los países asiáticos, y en especial de
Japón, sin embargo, determino que los mismos entraran en el mercado
mundial con mucha fuerza con productos más competitivos que los europeos
y los norteamericanos, perjudicando esta nueva realidad por parejo a
ambas economías. En estas condiciones, los norteamericanos inician, en
particular bajo el gobierno de George W. Bush, un programa dirigido a
atraer las inversiones de las monarquías árabes hacia Estados Unidos, lo
que por cierto generó fuertes debates internos, y así poder enfrenar
los problemas económicos determinados por la entrada de las empresas
asiáticas y japonesas en los mercados mundiales.
Los países monárquicos árabes trasladan de esa forma paulatinamente
sus inversiones hacia diferentes sectores de la economía de los Estados
Unidos, produciéndose entonces el entrelazamiento entre el capital
norteamericano y, sobre todo, la banca dominada en su totalidad por el
poder sionista con los capitales de las monarquías árabes, creándose
realidades como la vivida con la familia Bin Laden, vinculada a la casa
real saudí, y la familia Buch, las cuales que tienen inversiones
comunes y conjuntas, siendo el Grupo Saudi Binladin uno de los
principales inversores del Grupo Carlyle, asesor del cual fue
George Bush padre, beneficiaria de fondos de inversión de uno de los
Emiratos Árabes, Abu Dabi, lo que se repite en muchas áreas donde los
negocios comunes los une por sobre todas las cosas.
Esta íntima ligazón que se establece entre los intereses de los
países monárquicos árabes, especialmente los de la familia real saudí,
de Catar y los Emiratos árabe, con los intereses de las transnacionales
norteamericanas y el poder bancario sionista, se traslada
consecuentemente a todas en todas las áreas y, especialmente a la
política y geopolítica del Medio Oriente y al mundo entero. Por lo que
no es muy difícil entender que, al tener intereses comunes, se defiendan
mutuamente de los “enemigos” comunes. Situación que va más allá de si
se es árabe o musulmán, occidental u oriental. Y está relacionada con
alianzas tácticas y estratégicas que establecen la entidad sionista y el
imperialismo.
Esa entidad sionista, como sabemos, desde su surgimiento ha contado
con la ayuda ilimitada y la protección del imperialismo norteamericano y
sus aliados occidentales, así como con el enorme poder económico de la
banca mundial, las transnacionales y las comunidades sionistas que muy
bien infiltran los gobiernos y esferas de influencias de muchos países y
organizaciones políticas. Pero si bien eso es cierto, es posible
afirmar también sin temor a equivocarse que el mayor poder que posee esa
entidad en Medio Oriente nace en particular de las propias monarquías
árabes reaccionarias. Por lo que esas monarquías nunca podrán
posibilitar la unidad árabe ni la acción común contra el sionismo, no
sólo porque están alejadas de su pueblos y del resto de los pueblos
árabes, sino porque su accionar se dirige a proteger a la entidad
sionista y las inversiones e intereses norteamericanos, que son sus
propios intereses, siendo ellas las encargadas de aplicar las políticas
de éstos al interior del llamado mundo árabe.
Las monarquías en la práctica real serán siempre aliados de Estados
unidos y de la entidad sionista con quienes tienen verdaderos intereses
comunes y estos son muy ajenos a los intereses de los pueblos árabes e
islámicos.
Circunstancias, por supuesto, que sus líderes no aceptan en público,
al ser un tema que la mayoría de sus ciudadanos consideraría una
traición. Aunque, si se mira bien, los objetivos de esas monarquías
nunca han sido sus pueblos ni los pueblos árabes en general, y mucho
menos la contención de los sionistas y el apoyo a los palestinos. Como
han sido también enemigos del islam, religión que si traicionan,
deformándola, utilizándola para fines imperialistas y de destrucción.
Pero ese es, por supuesto, otro tema que no abordaremos ahora.
La unidad árabe total será siempre un sueño y un deseo. Pero esa unidad, seguro, no llegara de manos de esas monarquías.
Que incluye la zona del Golfo Pérsico, que comprende, a saber:
Kuwait, Arabia Saudí, Bahréin, Catar, Emiratos Árabes Unidos y Omán,
Sudán y Yemen e incluye geográficamente además a Irán.
El análisis que sigue toma como base el magnífico trabajo de Adel
Samara. El nacionalismo árabe, la lucha palestina y un escenario
económico para una posible unidad árabe. https://libcom.org/library/arab-nationalism-palestinian-struggle-economic-scenario-potential-arab-unity-adel-samara.
La Liga no incluye al Sahara Occidental, territorio parte del cual se
encuentra ocupado y administrado por Marruecos, y en el que se
encuentra la República Árabe Saharaui Democrática; ni actualmente a
Siria, suspendido desde el año 2011. http://es.wikipedia.org/wiki/Liga_%C3%81rabe.
Ver Datosmacro.com http://www.datosmacro.com/paises/grupos/consejo-cooperaci%C3%B3n-estados-arabes-del-golfo; http://www.datosmacro.com/pib.
Los fondos soberanos son un instrumento de propiedad estatal que
invierte en carteras de activos, tanto nacionales como internacionales
Su capital proviene de las reservas originadas por importantes
superávits comerciales, en el caso de los conformados en países
asiáticos, y de la exportación de materias primas (principalmente gas y
petróleo), como es el caso de los que tienen su origen en Oriente Medio.
Pero en esta última zona, dada sus particularidades, las grandes
transferencias financieras internacionales son titularidad del Gobierno.
Sus inversiones se componen de bonos, acciones, derivados financieros,
aunque también cuentan con inversiones de otro tipo, como propiedades
inmobiliarias. Estos fondos nacieron en las monarquías petroleras de
Medio Oriente en los años 60 y 70, las cuales concentran dos tercios de
los fondos soberanos mundiales.
Jaume Giné Daví. Los fondos soberanos del Golfo Pérsico y el mundo árabe. https://frackingvinaros.wordpress.com/2013/04/07/los-fondos-soberanos-del-golfo-persico-y-el-mundo-arabe/.
Idem del anterior.
Ver: Meena Janardhan. ESTADOS UNIDOS: Ahuyentando las inversiones árabes. http://www.ipsnoticias.net/2006/03/estados-unidos-ahuyentando-las-inversiones-arabes/.
Atif Kubursi. Fondos soberanos: poner la riqueza al servicio del pueblo. http://www.politicaexterior.com/articulos/afkar-ideas/fondos-soberanos-poner-la-riqueza-al-servicio-del-pueblo/.
Atif Kubursi. Fondos soberanos: poner la riqueza al servicio del pueblo. http://www.politicaexterior.com/articulos/afkar-ideas/fondos-soberanos-poner-la-riqueza-al-servicio-del-pueblo/.
Ver para ampliar, Antonio Hernández. LATINOAMÉRICA ES UNA ZONA QUE
DESPIERTA GRAN ATRACCIÓN EN ASIA Y MEDIO ORIENTE. Los fondos soberanos
siguen creciendo en montos de volúmenes transados. http://www.elpais.com.uy/economia-y-mercado/fondos-soberanos-siguen-creciendo-montos.html.
Ver: Emad Mekay. FINANZAS-EEUU: Fondos soberanos desnudan doble discurso. http://www.ipsnoticias.net/2008/05/finanzas-eeuu-fondos-soberanos-desnudan-doble-discurso/.
Ver: Thierry Meyssan. Los lazos financieros ocultos entre las familias Bush y Ben Laden. http://www.voltairenet.org/article120008.html. Fernando Berrendero. Las relaciones entre las familias Bush y Bin Laden. https://www.diagonalperiodico.net/global/relaciones-entre-familias-bush-y-bin-laden.html. María Mercedes García Díaz. Inversión de Fondos Soberanos en los países árabes. https://www.scribd.com/document/95167961/Econ-Internacional-Fondos-Soberanos.
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