José Concepción, que es el nombre por el cual se conoce a este
guajiro, pone a prueba el límite difuso existente en nuestras tierras
entre lo creíble y lo totalmente inverosímil. Al muchacho se le ocurre
la idea de hacerse notorio en la música usando nada menos que un
serrucho de carpintería y, aunque muchos no lo crean, pone a soñar o a
bailar a mucha gente.
Nacido el 27 de marzo de 1906, en Camajuaní, en el seno de una
familia muy pobre, el campesino es el mayor de nueve hermanos y en
cuanto se empina un poco se va a trabajar con su padre, un maestro
carpintero, quien lo enseña a construir el tres, un instrumento musical
que empieza a tocar también sin demasiadas glorias a fin de seguir al
ritmo de la moda: las serenatas estaban a la orden del día y nadie se
imaginaba a un joven que no acariciara las cuerdas o cantara con sus
amigos.
En la entrevista titulada «El Mago del Serrucho» que le hace René Batista Moreno para una revista Signos en 1975 José Concepción comenta:
En la entrevista titulada «El Mago del Serrucho» que le hace René Batista Moreno para una revista Signos en 1975 José Concepción comenta:
«La oportunidad de dejar el tres y optar en favor del serrucho se me
hizo posible en noviembre de 1922. En este año se apareció en mi pueblo
una compañía española que dio varias funciones en el teatro-cine
“Muñiz”. En ella venía un excéntrico musical que tocaba esa herramienta.
No tocaba bien, pero me impresionó por lo novedoso.
«Cuando se terminó la función salí casi corriendo hacia la casa. Y
entre los cortadores que tenía mi padre escogí uno, el más flexible,
pues, según observé, a más flexibilidad más condiciones había para los
agudos. Le di algunos golpes con un martillo por el lomo, y tras las
vibraciones, sonaba. Entonces, me dije: “Se puede, se puede, sin embargo
hay que meterle con la manga al codo”.
«Primero, llegué a sacarle una voz, luego, dos, tres… tres voces al
mismo tiempo. Era como si cantaran tres mujeres, de diferentes timbres,
pero muy acopladas.
«El serrucho, para tocarlo, se coloca debajo de la pierna derecha y
se acuesto un poco sobre la izquierda, con los dientes vueltos hacia
dentro. Se pasa la ballesta o el arco por el lomo, oprimiendo la punta
con el dedo pulgar de la mano izquierda».
Este músico sorprendente e innovador debuta como solista en 1928 en
el teatro-cine “Muñiz”, de Camajuaní, acompañado por José «El
Portugués», un violinista bastante aplaudido en el lugar, y según una
vieja crónica que encontré en el Vanguardia de la provincia de Villa
Clara, le llueven los aplausos y las felicitaciones. Incluso el profesor
de música don Elías Boxeda, un gurú en esas lejanías, sube al escenario
y le susurra: «Lo felicito, me ha sorprendido su instinto musical;
porque, no sabiendo usted nada de música, ha ido sacando notas sin
alteraciones, sin violaciones y con gran higiene».
Después de su éxito inicial, comienza a incursionar con asiduidad en
bailes, cumpleaños, bautizos, velorios, fiestecitas familiares y otros
eventos. Aunque, bueno es decirlo, en los días previos a sus conciertos
una pregunta está en boca de todos: «Oigan, ¿y el serrucho se toca? En
las áreas urbanas interpreta, principalmente, música clásica: valses,
polkas, polonesas, nocturnos, fragmentos de zarzuela y preludios. Por el
contrario, en los bateyes su repertorio se llena de sones, guarachas,
danzones y hasta bolerones bien acaramelados.
Con el tiempo nuestro versátil intérprete visita la cercana región
tabacalera de Vega Alta y, entre guateques y ron de caña en abundancia,
hace un gran descubrimiento: para evitar que los salientes del serrucho
le siguieran hiriendo, se los lima y comienza a experimentar en esa
zona. ¡Vaya sorpresa la que se lleva!, era mejor tocar por la parte de
los dientes colocados hacia fuera que por la del lomo. Los agudos los
daba con más claridad.
No obstante, le falta aún por vivir su gran aventura. En el referido trabajo de Signos, José Concepción narra:
«En 1933 vino aquí, a Camajuaní, la compañía de José Sanabria; le fue
muy mal y quebró. Entonces a este empresario se le ocurrió formar un
espectáculo con artistas de la localidad. Él me convirtió en un
excéntrico musical. La primera tanda la dimos en Taguayabón. Con
Sanabria actuamos en Vueltas, Vega de Palma, Vega Alta, La Quinta, La
Luz y en los pueblos de campo de los alrededores hasta que él hizo unos
pesos y se marchó.
«Fui un “serruchista” para divertirme y divertir a los demás. No
cobré nada por mi música y estuve en muchos actos de caridad. Con los
años me presenté en el teatro La Caridad, de Santa Clara, en Cienfuegos,
Remedios y Caibarién».
José Concepción, en la medianía de edad, monta un taller de
carpintería y se casa con una muchacha de los alrededores, a quien, en
sus cumpleaños, le regala algunas de sus melodías preferidas. Un mal día
se va con su familia a una fiesta en el campo, y al regresar en un
camión, un fulano se sienta sin permiso y hace añicos su ballesta. Ese
es su final en la música. Por fortuna, él solo fue uno de los
precursores. El arte de tocar el serrucho tiene ya una historia de muy
larga data en varias partes del mundo…