Resolución 181: el número de vergüenza que ocupó Palestina
El
29 de noviembre de 1947, la ONU aprobó una de las resoluciones más
ominosas que se tenga memoria de este ente internacional: la
antipalestina Resolución 181.
El 29 de noviembre del año 1947, la
naciente Asamblea General de las Naciones Unidas, reunida en Nueva
York, con 33 votos a favor, 13 en contra y 10 abstenciones, aprobó la
Resolución N° 181.
Una resolución cuyos 70 años se conmemoran en el marco de una fuerte
ofensiva sionista por impedir la autodeterminación del pueblo palestino.
Una conmemoración que nos obliga a recordar, que unos meses antes de
esta fecha infausta, el Reino Unido, aliada del sionismo y pronta a
terminar su mandato en Palestina sometió a consideración de la Asamblea
General de las Naciones Unidas la llamada “cuestión Palestina” -
constatando con ello que ese territorio pertenecía a un pueblo que tenía
ese nombre – Dicha acción tuvo su inicio en el primer período
extraordinario de sesiones de la Asamblea General, celebrada en el mes
de abril del año 1947.
Victimismo y compensación inclinan la balanza
Para tal fin, se constituyó una Comisión Especial para Palestina
(UNSCOP) conformada por 11 miembros: Canadá, Checoeslovaquia, Guatemala,
Holanda, Perú, Suecia y Uruguay, que recomendaron la creación de dos
Estados separados, uno árabe y uno judío, con Jerusalén bajo
administración internacional. Australia se abstuvo y la India, Irán y
Yugoeslavia aprobaron la creación de un único Estado que incluyera ambos
pueblos. Sin duda, en aquel tiempo, primaba un clima político
internacional occidental donde el sentimiento de culpa ante la
pasividad que se tuvo ante el nacionalsocialismo y los crímenes contra
los judíos, inclinó la balanza hacia la división en dos Estados con un
estatuto internacional especial para la ciudad de Al-Quds (Jerusalén).
La decisión de esta Comisión, mostró el peso del lobby sionista, que
ya había comenzaba a operar en Estados Unidos, El Reino Unido y
Francia, principalmente. Como también pudo comprobar la influencia, que
el crónico victimismo sionista tendría a partir de esa fecha, operando
con una política de chantaje basado en “su sufrimiento”, particular y
excluyente, como si otros pueblos no tuvieran el mismo derecho a exigir
un trato especial. Los aliados del sionismo se entregaron por entero a
la tarea de hacer realidad la infausta Declaración Balfour, para dotar
así de un hogar a colonos judíos, a costa de los derechos de la
población palestina en los territorios, que el mito teológico tenía
destinado al autodenominado “pueblo elegido”.
La determinación de la dirigencia sionista – concepto que uso y
aconsejo usar ampliamente y que tanto molesta a los defensores de esta
ideología criminal – fue el de avanzar en el pisoteo de los derechos del
pueblo palestino, que tenía como marco el “compensar” al sionismo por
la suerte corrida por millones de judíos a manos del régimen
nacionalsocialista en la Segunda Guerra Mundial. Idea que no tiene en
cuenta el enorme sufrimiento de otros millones de seres humanos:
soviéticos, gitanos, enfermos mentales, prisioneros aliados, como
también alemanes opositores a Hitler. Se comenzaba a tejer así lo que
los propios judíos más críticos del sionismo denominan el síndrome del
“dispara y llora” que tantos réditos económicos, militares y
territoriales le ha concedido al régimen israelí desde su instauración
el año 1948.
Para el analista Jonathan Cook,
este extraño discurso “sólo se puede descifrar si comprendemos los dos
temas, aparentemente contradictorios, que han acabado dominando el
paisaje emocional de Israel. El primero es la creencia visceral de que
Israel existe para realizar el poder judío; y el segundo es el
sentimiento igualmente fuerte de que Israel encarna la experiencia
colectiva del pueblo judío como víctima eterna de la historia. A los
propios israelíes no les pasa completamente desapercibido este
paradójico estado mental, y a veces se refieren a él como “el síndrome
de dispara y llora”.
En su segundo período ordinario de sesiones, la Asamblea General y
tras dos meses de deliberaciones aprobó la resolución 181 (II) con 29 de
noviembre de 1947, en ella se aprobó con muy escasas modificaciones el
plan de Partición con la Unión Económica propuesto por la mayoría de los
miembros de la Comisión Especial para Palestina. En este Plan de
Partición, adjunto a la Resolución N° 181 se establecía:
- El término del mandato británico sobre Palestina.
- La retirada gradual de las fuerzas militares británicas en la zona.
- El establecimiento de límites fronterizos entre los futuros Estados y con Al-Quds como zona especial.
En lo específico la Resolución N° 181 consignaba la creación de un
Estado Palestino y un Estado Judío, teniendo como fecha probable de
dicha instalación el 1 de octubre del año 1948. La idea era dividir a
Palestina en ocho partes: tres para el hipotético Estado Palestino y
tres para el judío. La séptima parte establecía la creación de un
enclave palestino – la ciudad de Jaffa – en el territorio judío asignado
por la ONU. Y, la octava parte - Al-Quds – estaría administrada por un
Consejo de Administración Fiduciaria de las Naciones Unidas. De los 13
votos en contra de una ONU conformada en ese entonces por 53 naciones,
los diez estados árabes, unánimemente, votaron en contra.
Esta oprobiosa solución jurídica internacional suponía la resolución
de un conflicto, que había llegado a un punto de difícil solución vista
la presencia y llegada incesante de colonos sionistas a territorio
palestino, que contaban con la complicidad y el apoyo político,
económico y militar de Estados Unidos y El Reino Unido. La expiación
occidental, no sólo iba por la dirección de buscar soluciones a las
pretensiones sionistas a costa del pueblo palestino, sino que
representaba una decisión vergonzosa y criminal de expolio a un pueblo,
para apoyar la idea de la instalación de un “hogar nacional judío”
bajo criterios absurdos y claramente desequilibrados.
Efectivamente la partición propugnada por la ONU entregaba a manos
judías el 54% del territorio más rico de Palestina en recursos naturales
y acuíferos, contando sólo con el 33% de la población - 600 mil
colonos llegados de Europa en las operaciones de la Aliá implementadas
por el sionismo – dejando el 46% restante a 1.300.000 palestinos que
constituían el 67% de la población y que poseían, hasta ese momento, el
94,2 % de las tierras. Más de 400 aldeas palestinas quedaban dentro de
los límites que se quería otorgar al sionismo, las mejores tierras
cultivables y que el día de hoy constituyen la Palestina histórica.
Una asimetría, una injusticia y un proceder que marcaría de allí en
adelante la instalación de uno de los regímenes segregacionistas más
criminales de la historia. Una entidad, que a contrapelo de sus propios
sufrimientos comenzaría a implementar un sistema de apartheid y una
forma de colonialismo brutal, racista, basado en el crimen y en el
despojo que lo ha hecho un símil del nacionalsocialismo, cuya víctima
principal ha sido el pueblo palestino. Cruel paradoja de la historia el
terminar convertido en un clon de sus victimarios un nacionalsionismo.
El mencionado cuerpo legal de la ONU generó el marco jurídico
internacional aprovechado por un régimen reaccionario, colonialista, y
racista. Un sionismo que había dado muestras más que suficientes de su
conducta criminal con relación al pueblo palestino, mediante su política
explicitada públicamente de “judaizar y desarabizar” Palestina. El
sionista de origen polaco David ben Gurion señalaba el año 1937 “Debemos
expulsar a los palestinos y tomar sus lugares” y el año 1948 previo a
la instalación de la entidad sionista sostenía “Debemos utilizar el
terror, el asesinato, la intimidación, la confiscación y el corte de
todos los servicios sociales para deshacernos de la población
palestina”.
Por su parte, para el fundador de la extremista Legión Judía durante
la Primera Guerra Mundial, el ruso Zeev Jabotinsky afirmaba “No hay
alternativa, los palestinos deben ceder la tierra para los judíos.
Ningún autóctono abandona su tierra por voluntad propia, por lo tanto
debemos utilizar la fuerza, expulsar a los palestinos”. Para el Alemán
Shlomo Lahat, miembro del movimiento terrorista judío Hagan y quien
llegó a ser general de Israel “Nosotros debemos matar a los palestinos, a
menos que ellos acepten vivir como esclavos” A confesión de parte
relevo de pruebas.
Una resolución con bases falsas
La Resolución N° 181 pretendía dar, supuestamente, término al
conflicto suscitado por la política de colonización, que bajo el marco
protector de la corona británica y la infausta Declaración Balfour de
noviembre del año 1917 había comenzado a desarrollarse en Palestina y
que a partir del derrumbe del imperio otomano había quedado bajo el
denominado mandato británico, concretando los Acuerdos Syket-Picot.
La disposición legal de la ONU, que a todas luces pasaba por alto los
derechos del pueblo palestino, otorgaba tierras a colonos judíos
europeo y concedía un marco legal espurio a la primera fragmentación de
Palestina, que tras el término del mandato británico en la zona – en
mayo del año 1948 - declararía una independencia artificial. Y
menciono este concepto de espurio, de adulteración pues ¿de qué podría
independizarse el sionismo si ocupaba una tierra que no le pertenecía?
Una tierra habitada por millones de seres humanos, que constataron con
asombro la complicidad criminal entre colonos, la ONU y países
occidentales, que avalaron este acto criminal con consecuencias que
afectan al pueblo palestino y al región de Oriente Medio hasta el día de
hoy.
Los palestinos en particular y los pueblos árabes en general, en
forma unánime rechazaron la Resolución N° 181, con justa razón, frente
al atropello y robo señalando la necesidad de cambiar dicha decisión,
so pena de generar una situación de tensión y posible conflicto en la
zona. El argumento era claro y concreto:
la resolución N° 181 infringía “las disposiciones de la Carta de las
Naciones Unidas, en cuya virtud se reconocía el derecho de los pueblos a
decidir sobre su propio destino. A este respecto, dijeron que la
Asamblea había hecho suyo el Plan en circunstancias indignas de las
Naciones Unidas y que los árabes de Palestina se opondrían a cualquier
plan de división, segregación o partición de su país o en el que se
concediesen derechos y estatutos especiales y preferenciales a una
minoría”.
Los sionistas aceptaron la Resolución 181 –con ciertos reparos en
función de sostener que “merecían mucho más de lo que se les otorgaba”
–. El día 14 de mayo, un día antes del término del Mandato británico en
Palestina, Londres retiró sus tropas de Palestina permitiendo que el
ente sionista proclamara la creación de un Estado tan artificial como
criminal en el territorio concedido en el plan de partición de noviembre
del año 1947. Dicha declaración desató, lógicamente, las hostilidades
de los Estados árabes que se oponían a la instalación de una entidad
Sionista en el seno del mundo árabe.
La Guerra de 1948, sustentada en la superioridad militar israelí,
dotada de armas modernas, aviación, artillería y blindados cedidos por
las potencias occidentales, con un ejército bien entrenado por el
Ejército británico durante el Mandato de Palestina, en función del
trabajo político y militar con sus organizaciones extremistas como la
Haganá, Irgún y Lehi; derrotaron a las mal armadas y aún inexpertas
fuerzas árabes. Recordemos que más de 30 mil judíos asentados en
Palestina sirvieron en las fuerzas armadas británicas durante la Segunda
Guerra Mundial.
Ya el año 1941, mientras cientos de miles de judíos eran masacrados
sin resistencia en Europa, las fuerzas británicas junto a miembros de
los grupos extremistas judíos en Palestina fundaron la denominada
Plugot Májatz -. Compañías de ataque, dedicada al entrenamiento
intensivo de comandos con formación también en liderazgo político y
militar y que serviría de sustento, para la conformación del ejército
sionista que enfrentó a los pueblos árabes el año 1948. Ninguno de esos
efectivos participó en actividad bélica alguna que permitiera detener la
matanza de sus hermanos a manos del nacionalsocialismo y que eran
llevados al matadero como corderos al sacrificio. Simplemente, las
fuerzas extremistas sionistas en Oriente Medio se entrenaron para
masacrar al pueblo palestino. Parte de esta comedia del “Dispara y
llora”.
Efectivamente, tras la declaración del nacimiento de la entidad
sionista en mayo del año 1948, mediante el expolio y la masacre de la
población palestina, el sionismo logró apoderarse del 80% del territorio
y expulsar a 800 mil palestinos en lo que se denomina la Nakba –la
catástrofe– Los festejos sionistas se trasladaron a los pasillos de
Washington, París y Londres, que consolidaban así una punta de lanza
para su proyectos imperialistas. Ya contaban con una herramienta
política y militar que ha sido su aliado fundamental hasta el día de hoy
en los afanes hegemónicos de la Guerra Fría, como del mundo surgido del
derrumbe del campo socialista. Y, para esos fines, la Resolución N° 181
de noviembre del año 1947 sirvió como base jurídica para la vergüenza y
la infamia. La ONU debe una reparación histórica y reconocer que la
Resolución N° 181 representa un hecho vergonzoso e infame en la historia
de esta organización internacional, ya que la limpieza étnica de
Palestina se catalizó tras adoptarse el ominoso plan de partición.
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