Publicado 26 julio 2016 (Hace 4 horas 25 minutos)
En las comunas -máxima expresión de territorio liberado- ya se piensa en esos tiempos. No en todas claro, son heterogéneas, y más de 1500 ya registradas en todo el país.
Algo del país por-venir ya llegó. En varios tiempos simultáneos: la revancha al chavismo, los territorios liberados, la huida burocrática. Todos tienen elementos en desarrollo, hacen a una Venezuela que casi no se parece a la del 2012. De estos tres el más visible es el primero: basta abrir el periódico y ver los cuadros medios y bajos chavistas que son asesinados periódicamente. En esa lista se encuentran nombres conocidos -el diputado Robert Serra, el periodista Ricardo Durán- pero sobre todo centenas de militantes populares desconocidos para la opinión pública. Es una ola que viene de frente y entra en cada vez más casas.
El segundo elemento siempre ha sido el más invisible/invisibilizado. Se trata del proyecto estratégico desarrollado por Hugo Chávez, y es donde se encuentran respuestas tanto para este presente, como para proyectar un futuro escenario de resistencia total. Al país por-venir (ese que nadie desea pero puede ocurrir) hay que anticipársele.
En las comunas -máxima expresión de territorio liberado- ya se piensa en esos tiempos.
No en todas claro, son heterogéneas, y más de 1500 ya registradas en todo el país. Algunas crecieron silvestres -con Aló Presidentes- otras con una fuerte impronta de la institución, y también acompañadas por movimientos sociales. Llevan varios años de acumulación, ensayos de coordinación, resistencia a la burocracia y a la guerra -en el 2013 por ejemplo fueron asesinados más de diez comuneros en el estado Lara. Eso las convierte en espacios políticos donde se proyecta con mayor facilidad lo que podría estar por-venir y, en parte, ya está acá.
Por eso es necesario buscar claves ahí. Un ahí que puede ser en barrios de Caracas, las costas de Sucre y Falcón, o los estados llaneros, conformado por el sujeto-potencia de la revolución: los humildes. Chávez lo dijo desde un principio: para resolver el problema de la pobreza hay que darles poder a los pobres.
Poder, una gran disputa de poder, de eso se tratan las revoluciones, las comunas.
La revolución en progreso
Lo primero al entrar a un territorio liberado es saber que lo principal, a veces, es lo invisible a primera vista. Como la misma ruta, por ejemplo.
-Compadre esta vía la construyó la comuna, aquí antes se venía a burro, era un barrial.
La comuna se llama Revolución en Progreso. Está en el municipio Biruaca, estado Apure. El paisaje es característico del llano: horizonte verde, árboles altos con copas que abarcan el ancho de varias casas, pájaros en cercas y redes eléctricas, racimos de ganado pastando, caminando en los esteros, casas en las orillas del camino, barrio adentro, rosas, amarillas, azules, violetas. Casas que como la carretera son un logro comunal: se construyeron 110 en este territorio. Todas con brigadas de trabajo voluntario.
El centro operacional es la Empresa de Propiedad Social Directa La Bendición de Dios, enteramente manejada por la comuna. Ahí están los cuatro camiones que administran, el centro almacenamiento de insumos para la siembra del maíz, y una laguna de cría de cachamas. Murales: Bolívar, Zamora, Chávez, Maduro, el Che.
Es sábado, día en que matan una vaca para vendérsela a la comunidad a precio justo.
Eso es lo primero hoy: el alimento. El problema que corroe el proceso, su base social. Por eso idearon varias estrategias, una de ellas la vaca semanal -2 mil bolívares el kilo de carne contra 3 mil en promedio nacional- y otra, también cada sábado, un mercado junto a las 13 comunas del municipio. Ahí venden huevos, cochinos, naranjas, caraotas, ají, topocho, todo lo que dan esas tierras fértiles. Así desarrollan espacios de venta sin intermediarios privados -cáncer del campesinado- y abaratan los costos de vida de una población golpeada por el desabastecimiento y la subida de precios.
La certeza es que una comuna que no sea productiva difícilmente puede sostenerse. Y, se sabe, la autonomía económica es imprescindible para lograr la autonomía política -pedida por Chávez. En el país que podría estar por-venir, que ya está en partes acá, no existirá más apoyo estatal: será necesario ser lo más autosustentables posible.
No es del todo nuevo para muchas comunas: la burocracia sabotea y el privado asfixia.
¿Cuál burocracia? La que controla por ejemplo Agropatria, institución que debería vender los insumos a precio justo. En este caso a la comuna, que se encarga de administrarlos. Este año llegaron cuatro meses tarde: para el campo, el ciclo de invierno y verano llanero, es demasiado tiempo. Y la venta: el acuerdo al recibir un crédito estatal es que luego se le debe vender la producción al mismo Estado. El problema es que pueden tardar más de un año en pagar. Con el aumento de precios -2357,90% de inflación en el 2015 según el Banco Central de Venezuela- es en los hechos un saboteo a la producción.
-Aquí nos está matando la burocracia, nosotros vemos políticas que están bien, pero en la realidad es otra cosa. Y la gente está dispuesta a trabajar y luchar por este camino. Alexis Arcaona es vocero comunal.
Tienen experiencia en crear respuestas colectivas, unirse ante los problemas. Es la forma radical de hacer la democracia -antítesis del sálvese quien pueda inducido por la guerra y la cultura del capital. Han conformado y consolidado los órganos de autogobierno, y su autonomía política es uno de los mayores logros. El alcalde, por ejemplo, debe consultar al parlamento comunal para ejecutar un proyecto en el ámbito de la comuna
-Somos Gobierno y nos creemos Gobierno.
La crudeza comunal
Las comunas se abren paso entre la revancha creciente y su complicidad burocrática -quienes huyen del proyecto llevándose lo que pueden. Cuentan con apoyos cambiantes de pocas instituciones. Por esas condiciones cargan escenarios del hipotético por-venir en sus prácticas. Por eso ponen el esfuerzo en la producción y la democracia protagónica. Saben que ahí están las claves primeras.
Producción, comida y libertad, podrían ser las consignas.
La radicalidad que cargan tiene que ver con el sujeto que las conforma -viene, por ejemplo en Apure, de largos tiempos de sometimiento y pobreza- y de la misma realidad que empujan. Palabras como guerra y burocracia no son reflexiones teóricas hechas desde un escritorio: matan, desaparecen, sabotean esfuerzos colectivos, destruyen siembras. Son marcas en el cuerpo. Representan, en la práctica concreta, el enemigo.
Las comunas son subestimadas muchas veces: por desconocimiento o temor. Lo segundo en el caso de quienes se oponen a su desarrollo porque el mismo está llamado a pedirles transferencias de competencias, poder y recursos, y en lo primero porque es muy poco lo que los medios dicen sobre las comunas.
-Nos ven como pequeños, pero si sumamos somos grandes, y aparte de eso le llega más al pueblo lo del pequeño productor que lo del gran terrateniente. Dice Arcaona.
La producción comunal no se va por contrabando a Colombia, no alimenta redes de bachaqueros, no especula con los precios hasta ahogar a las comunidades, no obliga a las poblaciones a hacer largas horas de cola bajo el sol. Siempre es necesario repetirlo: quién puede dar respuesta a la crisis inducida: ¿el pueblo, la burguesía/oligarquía o la burocracia?
Por eso la pregunta que regresa: ¿por qué la revolución no apuesta a las comunas?
El país que podría venir, que en partes ya llegó, va a seguir matando, intentando llevar a la sociedad al caos. Los infiltrados de dentro van continuar viendo qué robarse en la huida, cómo ser cómplices del plan hambreador. ¿Quién puede decir cómo será el escenario en diciembre? Lo seguro también es que las comunas no van a dar tregua. No están solas: existen fábricas recuperadas, movimientos sociales, partidos aliados, un tejido organizativo en todo el territorio -disperso pero de pie. Ahí está el país por-venir que resiste, disputa el futuro y construye su hora.
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