martes, 21 de enero de 2014

Bajo La Lupa
“Operación Tiberius”: corrupción endémica se infiltra en las pricipales instituciones de Gran Bretaña

Alfredo Jalife-Rahme


Vista del edificio de Scotland Yard en el centro de LondresFoto Reuters

El portal Russia Today (11/1/14) –una lectura obligada para contrastar con la información imperante en los sesgados multimedia anglosajones– alerta sobre una estrujante serie exclusiva del rotativo británico The Independent (9 y 10/1/14) que exhibe el grado de putrefacción que ha infectado a las principales instituciones del otrora orgulloso imperio.
Resulta que un “reporte secreto” que duró muchos años fue examinado por el rotativo británico The Independent, que exhibió “un chocante nivel de corrupción en la Policía Metropolitana” (la Met) de Londres, en el sistema judicial (¡supersic!), en el servicio fiscal de la corona, en los servicios carcelarios y en el sistema de impuestos, ingresos y aduanas.
La “Operación Tiberius, investigación encubierta de varios organismos gubernamentales a la pestilente Scotland Yard (servicios policiales británicos), encontró a partir de 2003 que los “ cárteles del crimen organizado habían comprometido virtualmente todo el sistema penal de Gran Bretaña (GB)”.
“Tiberius” epitomiza la recopilación de varias fuentes encubiertas de espionaje de GB: informantes de la policía, intercepciones telefónicas, vigilancia del MI-5 (contraespionaje) y MI-6 (espionaje foráneo), así como miles de históricos archivos delincuenciales.
Muy diferente a las fascinantes series de la inigualable televisión británica donde prevalece y vence siempre la ciega justicia, Tiberius exhibe el lado macabro de las cortes penales de GB donde el jurado se vende y/o se compra. Los funcionarios corruptos que trabajan en el Sistema de Ingresos y Aduanas son conquistados por 50 mil libras esterlinas, mientras la información sensible de espionaje es filtrada a los cárteles del crimen organizado.
Los hallazgos son perturbadores sobre el estado de descomposición de la Met.
Aterrados testigos obligados al silencio, jurados mañosos, venales abogados pusilánimes, policías sumisos: “todos forman parte del mismo cáncer” (¡supersic!) que devora a la justicia.
Según The Independent, “no será fácil encontrar una curación para la enfermedad. Quizá debemos empezar a reconocer que el paciente está enfermo”.
La intimidad entre los criminales y los altos funcionarios de la Met llegó al grado de que los detectives fueron identificados como copropietarios de bienes raíces y de caballos de carreras y “vinculados a uno de los máximos gánsteres de GB”.
La investigación concluye en forma espeluznante que “se había vuelto casi imposible (¡supersic!) perseguir exitosamente a los cárteles del crimen organizado por la policía y los fiscales”.
Hoy el abordaje de la Operación Tiberius radica en esperar que aflore el espionaje sobre la corrupción de funcionarios individuales para reaccionar y tomar las medidas pertinentes, en lugar de introducir un sistema de prevención de la corrupción en primera instancia.
Mata de risa la forma en que “Occidente” y sus fariseos multimedia –quienes solamente ven la paja de la corrupción en los globos oculares ajenos, no pocas veces fomentada por ellos mismos– pontifican permanentemente a los países en vías de desarrollo. Inclusive, se dan el lujo de haber creado una serie de organizaciones de “monitoreo” para vilipendiar la putrefacción endémica del mundo “antioccidental” cuando “Dinamarca está más podrida” que nunca –para citar a Shakespeare, el genial bardo inglés.
El portal europeo DeDefensa (13/1/14) se va a la yugular de GB, a quien califica de “Estado canalla” (¡supersic!) y fustiga la putrefacción estructural de “todo aquello que forma de su aparato interno de seguridad y de justicia”.
Si la Operación Tiberius se inició en 2003, 11 años más tarde, a juicio de The Independent, la situación no ha mejorado.
La narrativa es estrujante, con todo tipo de transacciones criminales, desde violaciones, pasando por chantajes, hasta sobornos del submundo de la “importación y distribución de los estupefacientes controlados en la parte oriental de Londres” a los “más altos niveles de los cárteles gansteriles que subyugaron a varios policías y detectives”.
Uno de los reproches de The Independent versa sobre el “núcleo podrido de Scotland Yard” al “fracasar en abordar la corrupción endémica de la Met”.
Los sindicatos del crimen como la “notoria familia Adams, y el cártel criminal dirigido por David Hunt, sobornaron a varios detectives” para “acceder a la base confidencial de datos para obtener información vigente sobre las investigaciones criminales; proveer conocimiento especialista de vigilancia, despliegue técnico y técnicas encubiertas para ayudar a evadir la persecución; y aun para participar en actos criminales como la importación masiva de drogas y el lavado de dinero”, lo cual deja en duda el “compromiso de Scotland Yard para lidiar con la corrupción del crimen organizado en sus filas”.
La conclusión de Tiberius es aterradora: “es difícil imaginar qué tanto daño pudo haber causado” cuando el “crimen organizado es actualmente capaz de infiltrar los servicios de policía de la Met a voluntad”
DeDefensa aduce que la exhumación de la putrefacción del trinomio crimen/justicia/cárcel es similar al hedor de los mercados financieros, donde predomina una estructura consustancialmente criminal.
¿Quién se puede salvar en un sistema corruptógeno?
En el caso específico de la Met no se puede soslayar su concubinato con la plaza financiera de la City, a quien englo­ba en todas sus actividades y metástasis de outsourcing financierista.
DeDefensa juzga que “la corrupción de los servicios británicos de seguridad interna responde evidentemente a la corrupción del gobierno de GB (Blair y otros), y a la corrupción de grupos industriales como BAE (nota: empresa aeroespacial de venta de armas)” y a la “corrupción de La City a través de las diversas crisis que desencadena”.
La filípica de DeDefensa al “Estado canalla” británico diagnostica el “alumbramiento” de una estructura de seguridad que “se va a desestructurar a sí misma al cortarse en pedazos de una manera antagónica, con muy probables consecuencias desestabilizadoras profundas”, en referencia a la participación en la investigación del MI-5 y el MI-6 espiando a su similar doméstico Scotland Yard.
Se trata de un “evento considerable”. ¿Qué queda de la estructura de un país supuestamente civilizado cuando está infectada su columna vertebral?
Se podrá discutir como justificante atenuante que en los países subdesarrollados la ignorancia y la miseria catalizan su corrupción, así como, a contrario sensu, la codicia ilimitada del desregulado neoliberalismo financierista en un país con alta tecnología, notable educación y óptima riqueza asegura su perdición sin redención.
A mi juicio, como en la biología, la disfuncionalidad de la homeostasis (el equilibrio fisiológico) del cuerpo sico-bio-social del país que fuere –sea en sus patéticas carencias, como en los países “antioccidentales”; sea en sus desorbitadas extravagancias neoliberales– conduce inexorablemente a su enfermedad anómica que abandonó su sanidad armónica.

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