De las burlas a los aplausos y las lágrimas: los secretos mejor guardados del karaoke instalado en el metro de Ciudad de México (VIDEO)
Publicado: 22 jul 2019 16:39 GMT | Última actualización: 22 jul 2019 18:18 GMT
En octubre de 2017, la Sociedad de
Compositores de Mexico y el Gobierno de la capital inauguraron la
'Estación de los Compositores'.
Lo
que parecía un intento por revestir con música una estación de metro
con medio siglo de existencia, terminó convirtiéndose en un espacio que
transformó las relaciones de los usuarios.
En este lugar, un escenario anhelado por muchos, sobresalen las risas, la camaradería, las mejores imitaciones de los ídolos mexicanos y alguna que otra persona desentonada.
Una mañana, un joven llamado Juan Diego aprovechó su día libre en el trabajo para venir a la estación División del Norte, al sur de Ciudad de México, para hacer lo que más le gusta. Viste una playera de la selección de fútbol argentina, pantalones deportivos y tenis. La falta de espectadores no lo desanima. Toma el micrófono en sus manos, ve una pantalla que despliega las letras de la melodía y canta: "Soy un idiota, te perdí, pero te amo".
No hay lágrimas en su rostro, tampoco aplausos de los asistentes. Él, sin decepción alguna, continúa con 'Amor divino' y, aprovechando que no hay nadie que le arrebate el micrófono, entona 'Vete o me voy' de Joan Sebastian.
"No me des mentiras, no me des explicación, sé bien lo que quiero y esta es mi decisión", canta este joven mientras recuerda a una exnovia que tuvo hace 7 años —según confesará después—. Al terminar, recibe aplausos de César, un hombre mayor de 50 años que es profesor de economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Entre Juan Diego y César hay más de 30 años de diferencia, pero eso no ha impedido que se hayan vuelto amigos que se encuentran regularmente en este espacio que no mide más de dos metros cuadrados.
Fotografías y objetos de los ídolos de la música mexicana —como José Alfredo Jiménez, Agustín Lara, Consuelo Velázquez, Armando Manzanero, Ana Gabriel— decoraron la estación. Pero tener a los ídolos cerca no era suficiente, había que imitarlos, por lo que las autoridades instalaron un piano y una rocola [gramófono] karaoke con dos micrófonos.
"También de dolor se canta cuando llorar no se puede", dijo el entonces jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, en la inauguración. Las palabras de apertura del político terminaron siendo un presagio.
Al principio, hubo algunas burlas infantiles y abucheos a los que se animaban a cantar en este micrófono instalado en el metro de Ciudad de México, que en sus 12 líneas, transporta a 5,5 millones de personas cada día. La oficial Hernández fue testigo de las burlas, pero ella no las dejó pasar. Encaró a los jóvenes burlones y los retó a que ellos cantaran; se terminaron disculpando.
De los abucheos infantiles se ha pasado a los aplausos, y en más de una ocasión, a las lágrimas. Hace unos meses —recuerda Hernández—, una señora entonaba una canción con mucha nostalgia, cuando a la mitad del coro su voz ya no respondió y se puso a llorar. La pista continuaba, pero no había una voz que la siguiera. La hermana de la desconocida cantante había fallecido y la canción irremediablemente le hacía recordarla. Estaba sola, como muchos viajeros que intercambian miradas con extraños en los vagones, pero eso no impidió que recibiera muestras de solidaridad. "Entre todos la ayudaron a terminar la canción", relata la policía de la estación.
La rocola también ha conseguido lo que parecía imposible: que completos desconocidos comiencen a hablar, a conocerse, a esperarse. Algunos de ellos, como José Miguel de la Rosa Infante, cuyo nombre artístico es 'José Gil de Oros', incluso han convencido a otros usuarios de unirse al nuevo partido político que quieren crear.
'José Gil de Oros' es un hombre mayor de 70 años, con cabello canoso, nariz ancha y un bigote parecido al del cantante y actor mexicano Pedro Infante: su ídolo. José Gil, como prefiere que lo llamen, está acompañado de un joven con grandes pómulos y cejas pobladas que está vestido como basquetbolista. Se llama Jorge Chávez, pero se autonombró 'Pato de fuego' para demostrar que su carrera artística va en serio.
Cuando no están cantando o escogiendo canciones en la rocola, los dos se quitan la palabra para sumar ideas a su partido político: que van a comprar terrenos abandonados para construir viviendas, que serán de centro, que venderán lápices para financiarse, que no serán como los demás partidos —lo que todos dicen—. Entre José Gil y 'Pato de fuego' hay más de 50 años de diferencia, pero se conocieron y unieron gracias a esta rocola y ahora no paran de reírse de sus propios chistes, frente a la mirada escéptica de extraños.
"Bravo, bravo. Canta precioso. Échale, Chente", le dice 'Pato de Fuego' a José Gil cuando interpreta a Vicente Fernández. Al admirador de Pedro Infante lo llena de orgullo que su joven compinche lo vitoree.
Los intérpretes han sido fieles a los clásicos ídolos mexicanos y en una mañana cualquiera normalmente ponen mariachi, música ranchera y románticas. Sin embargo, cuentan que la rocola no se ha salvado del género de moda, el reguetón, que también ha acaparado un lugar.
Además de los habituales intérpretes de karaoke, hay espectadores que de tanto pasar por ahí comienzan a reconocer al desconocido talento nacional. "A fulanito le salen muy bien las románticas y rancheras"; "los domingos canta en las mañanas y siempre hay gente viéndola"; "cuando llegó la primera vez cantaba normal, pero ha mejorado mucho, vea nada más".
Clara Ivonne, de aproximadamente 70 años, evita acercarse al micrófono, pero conoce a varios de los desconocidos artistas que regalan su mejor voz, e incluso es capaz de reconocer qué canciones le salen bien a José Gil. El hombre de bigote lo toma como un cumplido y en plan muy romántico le dedica un clásico de mariachi, 'Mátalas'. La mujer parece avergonzarse, pero decide aguantarse con tal de escuchar su voz.
Todo viajero que recorra la estación División del Norte entre las 10:00 y las 21:00 tiene permitido usar el karaoke, menos los trabajadores de la estación, al menos no en su jornada laboral. Esta no sería una limitante para la mejor testigo de la estación. Una madrugada, cuando todo estaba oscuro y no quedaba ni un alma, la oficial Hernández cuenta que hizo lo que tanto había deseado: prendió la rocola y se puso a cantar.
José Beltrán
En este lugar, un escenario anhelado por muchos, sobresalen las risas, la camaradería, las mejores imitaciones de los ídolos mexicanos y alguna que otra persona desentonada.
Una mañana, un joven llamado Juan Diego aprovechó su día libre en el trabajo para venir a la estación División del Norte, al sur de Ciudad de México, para hacer lo que más le gusta. Viste una playera de la selección de fútbol argentina, pantalones deportivos y tenis. La falta de espectadores no lo desanima. Toma el micrófono en sus manos, ve una pantalla que despliega las letras de la melodía y canta: "Soy un idiota, te perdí, pero te amo".
No hay lágrimas en su rostro, tampoco aplausos de los asistentes. Él, sin decepción alguna, continúa con 'Amor divino' y, aprovechando que no hay nadie que le arrebate el micrófono, entona 'Vete o me voy' de Joan Sebastian.
"No me des mentiras, no me des explicación, sé bien lo que quiero y esta es mi decisión", canta este joven mientras recuerda a una exnovia que tuvo hace 7 años —según confesará después—. Al terminar, recibe aplausos de César, un hombre mayor de 50 años que es profesor de economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Entre Juan Diego y César hay más de 30 años de diferencia, pero eso no ha impedido que se hayan vuelto amigos que se encuentran regularmente en este espacio que no mide más de dos metros cuadrados.
"De dolor se canta"
En octubre de 2017, la Sociedad de Compositores de Mexico y el Gobierno de Ciudad de México inauguraron la 'Estación de los Compositores' en el metro División del Norte.Fotografías y objetos de los ídolos de la música mexicana —como José Alfredo Jiménez, Agustín Lara, Consuelo Velázquez, Armando Manzanero, Ana Gabriel— decoraron la estación. Pero tener a los ídolos cerca no era suficiente, había que imitarlos, por lo que las autoridades instalaron un piano y una rocola [gramófono] karaoke con dos micrófonos.
"También de dolor se canta cuando llorar no se puede", dijo el entonces jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, en la inauguración. Las palabras de apertura del político terminaron siendo un presagio.
Terapia grupal
La policía de la estación, de apellido Hernández, ha sido la principal espectadora de este largo recital que ha durado 1 año y 9 meses. Con tantas interpretaciones que le ha tocado presenciar, el karaoke le ha servido como un desestresante y también como terapia grupal.Al principio, hubo algunas burlas infantiles y abucheos a los que se animaban a cantar en este micrófono instalado en el metro de Ciudad de México, que en sus 12 líneas, transporta a 5,5 millones de personas cada día. La oficial Hernández fue testigo de las burlas, pero ella no las dejó pasar. Encaró a los jóvenes burlones y los retó a que ellos cantaran; se terminaron disculpando.
De los abucheos infantiles se ha pasado a los aplausos, y en más de una ocasión, a las lágrimas. Hace unos meses —recuerda Hernández—, una señora entonaba una canción con mucha nostalgia, cuando a la mitad del coro su voz ya no respondió y se puso a llorar. La pista continuaba, pero no había una voz que la siguiera. La hermana de la desconocida cantante había fallecido y la canción irremediablemente le hacía recordarla. Estaba sola, como muchos viajeros que intercambian miradas con extraños en los vagones, pero eso no impidió que recibiera muestras de solidaridad. "Entre todos la ayudaron a terminar la canción", relata la policía de la estación.
Planes cómplices
El karaoke instalado rompe con la cotidianidad de cualquier viaje de metro en la capital mexicana: empujones, caras largas por la desesperación de los habituales retrasos del tren, gente que siempre tiene prisa y mira obsesionada las manecillas del reloj.La rocola también ha conseguido lo que parecía imposible: que completos desconocidos comiencen a hablar, a conocerse, a esperarse. Algunos de ellos, como José Miguel de la Rosa Infante, cuyo nombre artístico es 'José Gil de Oros', incluso han convencido a otros usuarios de unirse al nuevo partido político que quieren crear.
'José Gil de Oros' es un hombre mayor de 70 años, con cabello canoso, nariz ancha y un bigote parecido al del cantante y actor mexicano Pedro Infante: su ídolo. José Gil, como prefiere que lo llamen, está acompañado de un joven con grandes pómulos y cejas pobladas que está vestido como basquetbolista. Se llama Jorge Chávez, pero se autonombró 'Pato de fuego' para demostrar que su carrera artística va en serio.
Cuando no están cantando o escogiendo canciones en la rocola, los dos se quitan la palabra para sumar ideas a su partido político: que van a comprar terrenos abandonados para construir viviendas, que serán de centro, que venderán lápices para financiarse, que no serán como los demás partidos —lo que todos dicen—. Entre José Gil y 'Pato de fuego' hay más de 50 años de diferencia, pero se conocieron y unieron gracias a esta rocola y ahora no paran de reírse de sus propios chistes, frente a la mirada escéptica de extraños.
"Bravo, bravo. Canta precioso. Échale, Chente", le dice 'Pato de Fuego' a José Gil cuando interpreta a Vicente Fernández. Al admirador de Pedro Infante lo llena de orgullo que su joven compinche lo vitoree.
Los intérpretes han sido fieles a los clásicos ídolos mexicanos y en una mañana cualquiera normalmente ponen mariachi, música ranchera y románticas. Sin embargo, cuentan que la rocola no se ha salvado del género de moda, el reguetón, que también ha acaparado un lugar.
Además de los habituales intérpretes de karaoke, hay espectadores que de tanto pasar por ahí comienzan a reconocer al desconocido talento nacional. "A fulanito le salen muy bien las románticas y rancheras"; "los domingos canta en las mañanas y siempre hay gente viéndola"; "cuando llegó la primera vez cantaba normal, pero ha mejorado mucho, vea nada más".
Clara Ivonne, de aproximadamente 70 años, evita acercarse al micrófono, pero conoce a varios de los desconocidos artistas que regalan su mejor voz, e incluso es capaz de reconocer qué canciones le salen bien a José Gil. El hombre de bigote lo toma como un cumplido y en plan muy romántico le dedica un clásico de mariachi, 'Mátalas'. La mujer parece avergonzarse, pero decide aguantarse con tal de escuchar su voz.
Todo viajero que recorra la estación División del Norte entre las 10:00 y las 21:00 tiene permitido usar el karaoke, menos los trabajadores de la estación, al menos no en su jornada laboral. Esta no sería una limitante para la mejor testigo de la estación. Una madrugada, cuando todo estaba oscuro y no quedaba ni un alma, la oficial Hernández cuenta que hizo lo que tanto había deseado: prendió la rocola y se puso a cantar.
José Beltrán
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