miércoles, 31 de julio de 2019

 Un lingote de oro (archivo)

El oro, fuente de pobreza, engaño, especulación y lujuria

© Sputnik / Pavel Lisicin
Firmas
María Luisa Ramos Urzagaste
 
Mientras los bancos centrales del mundo incrementan sus reservas en oro, en los países productores, miles de familias mineras están expuestas a insalubridad, enfermedades, inseguridad y violencia. Al otro extremo, en los Emiratos Árabes Unidos, la lujuria por consumir postres bañados en oro está a la orden del día por miles de dólares.
La percepción de riesgos geopolíticos ha provocado que en 2018 varios bancos centrales en el mundo incrementaran sus reservas de oro en 657 toneladas. Estas compras fueron un 74% superiores a las de 2017 y se estima que la demanda va al alza.
Según la ONU, cada año se extraen en el mundo más de 2.700 toneladas de oro. El 20%, que corresponde a más de 500 toneladas, es producido por mineros artesanales y en pequeña escala, la mayoría de ellos en países en desarrollo, que trabajan en condiciones duras, sin la protección de las regulaciones de la industria en materia de pago, salud o seguridad.
Según la misma fuente, a nivel global, en las minas de oro trabajan unos 15 millones de personas usando agentes químicos peligrosos, entre ellas 4,5 millones de mujeres y más de 600.000 niños.
La minería en Latinoamérica es una actividad importante desde la época del saqueo colonial español. Pero en los últimos años se ha expandido, tanto por el incremento de los precios internacionales como por la búsqueda de un medio de subsistencia por parte de miles de familias.
Sumergidos en el agua durante horas o, a cientos de metros bajo tierra, sin protección alguna, los mineros buscan el preciado metal con desesperación, arriesgando su salud y la vida con la esperanza de encontrar la veta que les saque de la miseria.

Contrabando, descontrol y estadísticas dudosas

El Banco Central de Ecuador por ejemplo, informa que si se compara el volumen de la producción de oro con el de exportación, hay una gran diferencia entre esas dos variables, las exportaciones superan ampliamente la producción registrada.
Esto se explica principalmente por el hecho que la pequeña minería y artesanal está al margen del control gubernamental, así como también por los elevados niveles de contrabando.
En Bolivia, la situación en la extracción del oro aluvial es preocupante para el Gobierno, toda vez que las empresas mineras auríferas operan sin cumplir con la legislación minera, no cuentan con concesiones o contratos de arrendamiento con el Estado, y sus condiciones de operación no cumplen normas básicas de explotación, de contratación de mano de obra y mucho menos de responsabilidad ambiental.
Desde Perú se informa que "el PBI minero es casi todo ilegal, no hay aportes a los ingresos del Estado, sino a altas mafias mundiales y, por ende, al fomento del terrorismo y de la delincuencia".
Ni hablar del impacto ambiental que generan estas explotaciones, que afecta a otras actividades, especialmente agropecuarias.
Estos son apenas unos ejemplos de una situación que se repite en los muchos de los países latinoamericanos mineros.

La pobreza, un círculo vicioso

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los datos del 2018 revelan la persistencia de importantes déficits de trabajo decente.
Se estima que más del 53% de la población empleada en Latinoamérica y el Caribe permanece en el empleo informal y de baja calidad. Las tasas de informalidad son cercanas al 80% en varios países de ingresos medios bajos y ronda el 50% en países de ingresos medios altos y altos.
Por lo tanto, no es sorprendente ver que en América Latina y el Caribe, los países con las tasas más altas de informalidad también son los que informan la mayor incidencia de "pobreza multidimensional", entendida como un índice que identifica múltiples carencias a nivel de los hogares y las personas en los ámbitos de la salud, la educación y el nivel de vida.
Mientras que algunas Instituciones internacionales y Gobiernos se jactan de sus porcentajes de crecimiento del PIB, según la OIT no se espera que el fuerte repunte del crecimiento económico conduzca automáticamente a mejoras proporcionales en el mercado laboral en América Latina y el Caribe.
Según el nuevo informe de Naciones Unidas, sobre el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2019, el hambre está creciendo en América Latina y el Caribe, y en 2018 llegó a afectar a 42,5 millones de personas, el 6,5% de la población regional.
El mismo informe indica que el 80% de los países en los que el hambre aumentó son países con economías muy dependientes de productos básicos primarios, como minerales, menas, metales, combustibles, materias primas agrícolas y alimentos para la exportación y la importación.
La FAO advierte que, "dadas estas cifras y las tendencias observadas durante el último decenio, lograr el objetivo del hambre cero para 2030 parece un desafío cada vez más abrumador".

Postres, aparatos electrónicos y especuladores

Pero el mundo sigue girando, y no precisamente a favor de los trabajadores mineros auríferos, que como otros millones llamados trabajadores informales, no tienen esperanza de vivir mejor que sus padres y sus hijos tampoco tienen un futuro promisorio.
Mientras unos dejan sus pulmones en las minas, otros se alimentan de postres bañados en oro, como el Frrrozen Haute Chocolate, que tiene un precio de 25.000 dólares y contiene cinco gramos de oro comestible de 24 quilates y cuya receta incluye 14 de los cacaos más raros y caros del mundo, procedentes de África y Sudamérica.
Para evitar críticas o sanciones, las multinacionales anuncian "productos ecológicos, libres de sangre, sostenibles y producidos de forma ética y humana".
Pero esto no sería plenamente cierto, pues en el caso de Apple, Canon, Nokia y más de 500 empresas las certificaciones que garantizan minerales libres de conflictos se diseñaron teniendo en cuenta a los pequeños mineros, no a las multinacionales, que en algunos casos tienen un historial de abusos a los derechos humanos y daños ambientales.
Al otro lado del tablero aurífero mundial, los inversores han optado por comprar lingotes de oro en lugar de los bonos para protegerse de cualquier crisis que pueda sufrir el mercado bursátil estadounidense. Este sería un factor importante del incremento de la demanda del metal.
¿Quién fabrica y custodia los lingotes?
Son pocas las empresas en el mundo que fabrican barras de oro "con las máximas exigencias de calidad". Los suizos, por ejemplo, dominan la fabricación de lingotes de oro de bancos en Europa y Oriente Medio.
Es bastante habitual que los bancos centrales solo custodien una parte de sus reservas de oro, mientras que el resto se encuentran en otras instalaciones de otros países (habitualmente Londres o Nueva York).
Tal es el caso de Venezuela, cuyas reservas de oro se encuentran depositadas en el Banco de Inglaterra, que ahora se niega a devolverle, siguiendo instrucciones del Gobierno de EEUU.
De ese modo, al típico estilo de los cowboys o los piratas, pero sin máscara, se despoja a países de su riqueza.
Son los intermediarios, los países importadores del metal precioso, las empresas que producen lingotes de oro, los fabricantes de joyas y postres bañados de oro comestible, los especuladores financieros y los bancos que custodian las reservas de oro, al final, los que siempre ganan. 
Esta parece ser la maldición del oro, que arrasa consigo a la pobreza y la inseguridad a miles de familias en los países de latinoamericanos, cuyos Gobiernos no pueden encontrar aún fórmulas adecuadas para formalizar la actividad, hacerla menos riesgosa y menos contaminante.

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