Del igualitarismo romántico al realismo pragmático
Leonardo Padura
© RIA Novosti.
17:36 20/06/2014
Leonardo Padura, para Nóvosti
Durante años el sistema social igualitarista que propuso y sostuvo el gobierno socialista cubano impuso al conjunto de la ciudadanía unas posibilidades económicas y, por tanto, de vida, más o menos similares.
En la década de 1980, cuando se alcanzó el más aceptable nivel de vida del que han disfrutado los cubanos luego de 1959, todos los ciudadanos trabajaban para dependencias del Estado y la diferencia salarial existente entre ellos dependía de su capacidad y no era abismal. Mientras un obrero podía ganar cerca de 200 pesos, un médico especialista obtenía el doble, y su vida era dos veces más confortable, como bien se merecía por su esfuerzo, preparación y sus servicios.
La desaparición de la Unión Soviética y la devastadora crisis que se comenzó a vivir desde entonces trastocó los cimientos de la sociedad cubana y tuvo un reflejo inmediato en la pérdida de valor de la moneda nacional y, por tanto, en las posibilidades de los cubanos de vivir con un salario pagado por el Estado. Desde entonces, sobre todo con la apertura de la isla al turismo internacional, se establecieron nuevas categorías y niveles de capacidades de consumo que se resumían en el hecho ejemplar de que un maletero de hotel, gracias a las propinas recibidas, ganaba varias veces el salario que devengaba por vía oficial el director de ese mismo hotel… y que el médico que te salvaba la vida, cargado de responsabilidades científicas y técnicamente formado con gran esfuerzo personal.
Las reformas que a partir del año 2008 ha ido introduciendo en la economía cubana el gobierno de Raúl Castro han tenido que enfrentar las viejas concepciones del igualitarismo socialista, deformadas hasta el absurdo por la nueva dinámica social y económica del país. Al abrir el mercado laboral y la actividad económica a la pequeña empresa privada (el llamado “cuentapropismo”), se marcó una distancia visible entre las posibilidades económicas de los que triunfaban trabajando al margen del Estado y los que seguían haciéndolo para el antiguo empleador, que con mucho esfuerzo ha logrado elevar en cuotas todavía insuficientes los salarios que paga a sus trabajadores. La brecha social entre cubanos –apenas existente en la década de 1980, dramática y absurdamente abierta en los años posteriores– comenzaba a ser aceptada como una realidad con la que la sociedad debía convivir como alternativa para que la maquinaria económica nacional se pusiera en movimiento o… se estancara definitivamente, con el riesgo de hundirse
Recientemente, de manera pública y notable, se ha presentado un caso en el que esa distinción entre los que pueden ganar mucho y los que no ganan lo suficiente, ha puesto en el centro de la mesa del contexto cubano la posible –y ya segura– existencia legal de personas con posibilidades económicas inalcanzables para el resto de la “masa”.
Sucede que dos jugadores cubanos de beisbol han sido contratados por equipos profesionales de Japón y sus convenios anuales andan por los alrededores del millón de dólares. Por primera vez –que yo tenga noticias– la mayor parte, algo así como el 80% de la cifra convenida, irá a manos de esos jugadores afortunados y no del Estado. La opción de enviar a estos deportistas a participar en ligas rentadas tiene como beneficio colateral el de evitar que salgan definitivamente de la isla buscando contratos en Estados Unidos y, como beneficio deportivo, la posibilidad de elevar la capacidad competitiva de los jugadores encartados, que toparán con un beisbol de más calidad que el actualmente practicado en la isla.
El hecho de que solo dos, entre otros muchos jugadores de calidad, tengan la posibilidad de regresar a casa con grandes cifras de dinero –para los estándares cubanos son cifras estratosféricas–, resultará de alguna forma traumático para el resto de sus colegas, pero a la vez un incentivo para que, con un mayor esfuerzo, puedan en algún momento ser también escogidos y beneficiados con contratos como los ahora firmados.
De cara al resto de la sociedad, se presenta otra arista del asunto: ahora el jugador de beisbol gana miles de veces más que el médico que sigue laborando para el Estado y prestando su servicio indispensable. Pero, bien visto, la esencia del conflicto no está en lo que ganen esos y otros deportistas, sino en lo que devengan los médicos (y otros profesionales), que sigue siendo insuficiente para los costos de la vida en Cuba.
A nivel de gobierno el “problema” de la existencia de personas residentes en el país que obtengan ganancias mayores por su labor, parece una cuestión zanjada: los tiempos del igualitarismo romántico han sido sustituidos por los del realismo pragmático que necesitaba la sociedad cubana para ponerse en movimiento (y de ahí la eliminación de muchas gratuidades antes establecidas). A nivel de los sectores de cierta burocracia retrógrada y de los fundamentalistas del igualitarismo, será (y es) una realidad que aceptan a veces de mal grado... o no la aceptan. Y, a nivel de la gente de la calle es todo a la vez, en un abanico de reacciones que van desde la comparación con la precariedad económica en que viven algunos hasta las respuestas emocionales que pueden estar a favor o en contra de la existencia de potentados económicos en Cuba –posibilidades que, otra vez, se deben ver en relación con el contexto cubano y sus niveles de vida.
Creo que por sostener un igualitarismo desfasado y económicamente insostenible no se puede cerrar el camino de los más capaces, trabajadores, emprendedores y hasta afortunados, hacia una vida monetariamente más desahogada. Los perjuicios que provocaría cerrar esa posibilidad serían tan grandes como los de sostener a toda costa un igualitarismo cargado de subsidios y gratuidades que emparejaría a los ciudadanos por abajo, con las consecuencias económicas que ya provocó y que tanto afectaron –y afectan– las capacidades de desenvolvimiento del país: baja productividad, corrupción, falta de motivación.
Cuba está cambiando, y nadie puede dudarlo. Se podrá estar de acuerdo o no con el ritmo y profundidad de los cambios, incluso con el carácter de algunos de ellos, pero desconocerlos es imposible. Y con esas mutaciones, que en ocasiones podrán ser más o menos traumáticas, se impone un cambio de mentalidades y la aceptación de lo inevitable: Cuba necesitaba cambiar su política económica. Desde esa perspectiva abarcadora hay que asimilar entonces que en el país ya no todos son iguales económicamente, no todos viven igual, no todos ganan lo mismo. Y desde esa asimilación, buscar las vías para que, con independencia de lo que gane un maletero de hotel, el médico, el maestro y otros profesionales, ganen lo que su esfuerzo merece. Y a la vez integrar al nuevo panorama social que va creciendo la existencia de deportistas millonarios, artistas de éxito, empresarios privados triunfadores, porque, en todos estos casos, su fortuna depende de sus habilidades físicas entrenadas, de su esfuerzo humano o su especial capacidad intelectual y no de alternativas fraudulentas. Depende, en fin, de las contracciones de una sociedad que se mueve.
*Leonardo Padura, uno de los novelistas escritores más prometedores e internacionales de la lengua española. La obra de este escritor y periodista cubano ha sido traducida a más de una decena de idiomas.
Premios Hammett, Nacional de Literatura de Cuba, Raymond Chandler, Orden de las Artes y las Letras (Francia) 2013.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
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