Ariel Guzik, navegante
Juan Arturo Brennan
Boceto de Holoturian, la máquina más reciente creada por Ariel Guzik, incluida en la exposición Náutica que se presentó en Pachuca, en el Festival Internacional de la Imagen
Aspectos de Holoturian, pieza diseñada por Ariel Guzik, que incluye un instrumento de cuerda y una planta para que en las profundidades marinas emita sonidos y la planta sobrevivaFoto Juan Arturo Brennan
H
e aquí una pregunta de difícil, si no imposible, respuesta: ¿quién es, qué es Ariel Guzik? Constructor, dibujante, explorador, músico, inventor, herbolario, sanador, artista visual, investigador, comunicador… y sin duda, algunas cosas más. De manera específica, este proverbial hombre del renacimiento en pleno siglo XXI es el espíritu que anima el diseño y construcción de algunas de las máquinas sonoras (y sí, también son musicales) más sorprendentes y fascinantes de los últimos tiempos.
Conozco varias de ellas, algunas de manera directa, otras a través de grabaciones: el Espejo Plasmaht, el Resonador Espectral Armónico y, sobre todo, el Cordiox, un aparato que es igualmente hermoso en su concepto y diseño, en su apariencia visual, y en los sonidos que produce. O para decirlo con mayor precisión, en las vibraciones que detecta, procesa, transforma y emite.
Más recientemente, Guzik ha creado y dado a conocer otro de sus inclasificables ingenios sonoros, una singular máquina musical marina que, como el resto de sus aparatos, ha sido creada colectivamente en el Laboratorio de Investigación en Resonancia y Expresión de la Naturaleza, un lugar en el que, en palabras de Ariel Guzik,
la magia se convierte en máquinas.
Hace unas semanas, en la ciudad de Pachuca, en el contexto del FINI (el Festival Internacional de la Imagen, sustentado generosamente por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo y dirigido por la fotógrafa Lorena Campbell), se presentó una fascinante exposición titulada Náutica, articulada alrededor del Holoturian.
Definido por Guzik como una crisálida, el Holoturian es una especie de batiscafo o sumergible que representa uno más de los intentos de su creador por establecer canales de comunicación con la naturaleza. Sólido e impenetrable por fuera, de suaves pero resistentes maderas musicales por dentro, el Holoturian contiene en su habitáculo un instrumento de cuerdas y una pequeña planta viva.
Guzik ha diseñado el Holoturian para que, en las profundidades marinas, el instrumento resuene y la planta sobreviva y prospere. Decorado por Guzik con una caligrafía de su propia creación (caligrafía cetácea, la llama él), el Holoturian es un instrumento/máquina/vehículo de una rara belleza y, como todas las creaciones de su autor, comunica una paz inusual.
El Holoturian representa una etapa más del camino que Guzik ha recorrido, utilizando como herramientas fundamentales la consonancia y la resonancia, para crear lenguajes que nos permitan comunicarnos con la naturaleza. Dicho de otra manera, esta máquina y las que mencioné líneas arriba, son los instrumentos con los que Ariel Guzik intenta volver audible la naturaleza.
Sus investigaciones y experimentos anteriores habían estado firmemente anclados en la tierra que pisamos y de la cual, lamentablemente, abusamos impunemente. Ahora, Guzik fabrica una embarcación, leva anclas y se adentra en las profundidades marinas para escuchar las vibraciones de sus habitantes y dialogar con ellos. Dice el propio Guzik sobre su Holoturian:
Se trata de un vehículo que transporta la vida terrestre al mar profundo. Representa la fragilidad resguardada, la belleza puesta a salvo, la sobrevivencia. También se relaciona con lo invisible. Una ofrenda que, durante su estancia en las profundidades del mar, no tendrá testigos humanos.
Pero sí tendrá como testigos, entre otros, a ballenas y delfines, animales músicos con los que Guzik ya ha trabajado.
En la exposición Náutica, el Holoturian estuvo rodeado de una vasta serie de ilustraciones, de la mano del propio Guzik, relacionadas directamente con el sumergible botánico-musical, en las que conviven imágenes insólitas, lenguajes inventados, y singulares aproximaciones a la simbiosis entre lo natural, lo humano y lo mecánico.
Sin duda, Ariel Guzik es un creador que sabe contemplar la naturaleza en silencio, y escucharla con el espíritu abierto, renunciando a cualquier clase de estridencia. Una actitud de la que, en estos tiempos aciagos de saturación informática, ruido e ignorancia generalizada, mucho podríamos aprender. Mar en calma y viaje próspero para el Holoturian.
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