Las luchas por el agua en Sonora y Chihuahua
Iván Restrepo
E
n la cuna de la Revolución Verde se libra ahora otra por un recurso natural insustituible. De una parte, el pueblo yaki, con 2 mil años asentado en Sonora y derechos probados sobre el agua de la región donde vive. Por el otro, los grandes intereses urbano-industriales. Como La Jornada ha informado verazmente los cuatro años recientes, la nueva lucha del pueblo yaki se centra en impedir el funcionamiento del acueducto Independencia, de 173 kilómetros de longitud, construido para llevar parte del líquido que utilizan los indígenas para sus siembras a cubrir la demanda de los habitantes de Hermosillo y las necesidades de trasnacionales y grandes consorcios industriales asentados fuera del Valle del Yaki: la Ford, la cementera Holcim Apasco, las refresqueras Coca-Cola, Pepsico y Big Cola. Cabe señalar que, si en los principales centros urbanos de Sonora se usara racionalmente el agua, no se necesitaría el trasvase de líquido de las tierras yakis a Hermosillo. Por fugas, mal uso y falta de tratamiento se pierde entre 20 y 30 por ciento del agua suministrada a los hogares, el comercio y la industria de esa ciudad. Y rendiría mucho más en el agro si el gobierno modernizara los distritos de riego de Sonora. De hacerlo, habría por lo menos 35 por ciento más agua para siembras.
En una entidad vecina, Chihuahua, también se lucha por el derecho a disponer de agua y garantizar su existencia en el largo plazo. Hay oposición ciudadana y de productores del campo a la expansión agrícola de la comunidad menonita sobre tierras de agostadero. Bienvenido el aumento de la producción agropecuaria, si no se finca en extraer ilegalmente líquido de mantos freáticos, tan sobreplotados que el gobierno federal los declaró en veda en marzo del año pasado. La apertura de nuevos pozos disminuirá más el abasto en el principal conglomerado urbano de la frontera norte: Ciudad Juárez y su vecino, El Paso, Texas. Ambos dependen de cuencas afectadas por los nuevos pozos menonitas: el Bolsón del Hueco, La Mesilla, El Carmen y Santa María.
Haciéndose eco del reportaje que Miroslava Breach, corresponsal de La Jornada, publicó el pasado 10 de julio sobre este problema, el diario Norteentrevistó a Andrés Carvajal, ex funcionario de la Junta Central de Aguas y Saneamiento y conocedor de los problemas hídricos de esa entidad. Carvajal prevé menos abasto en ambas ciudades. Serán todavía mayores si se concreta la extracción de gas y petróleo con base en la técnica del fracking, que, como hemos mencionado aquí varias veces, requiere mucho líquido y utiliza sustancias tóxicas que pueden contaminar los mantos freáticos. Esa explotación –agregó Carvajal– cubriría una enorme franja que comprende los estados de Nuevo León, Coahuila, Chihuahua y Sonora, donde escasea el agua para las poblaciones y las actividades eonómicas. Las consecuencias sociales, ambientales, económicas y de salud serán muy graves, puntualizó. Y recuerda el estado lamentable en que están los pueblos mineros de Chihuahua, hoy abandonados, y en los cuales se extrajo oro y plata. Las compañías extranjeras
se llevaron la riqueza y dejaron un basurero, como en otras entidades. Zacatecas, por ejemplo.
El ex funcionario afirma además que la comunidad menonita realizó un importante trabajo de colonización en el norte de Chihuahua, impulsando el crecimiento agrícola; que cultivaban fundamentalmente avena para alimentar su hato ganadero, pero con el aumento de la comunidad necesitan más agua, Y al no ser suficiente, la extraen a mayor profundidad y costo.
La Comisión Nacional del Agua y las secretarías del Medio Ambiente y Recursos Naturales y la de Agricultura y Ganadería prometieron regular la extracción de agua de los mantos acuíferos, en muy buena parte en estado crítico por sobreplotación. También han proclamado sus propósitos de lograr el uso sustentable del líquido en el campo y las ciudades, y realizar la trasformación agropecuaria del país en beneficio de los campesinos. La mejor prueba de saber si están cumpliendo sus promesas se tiene ahora en Sonora y Chihuaha, al igual que en otras entidades, donde el problema de abasto de agua es grave y origen de diversos conflictos sociales.
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